martes, 10 de febrero de 2015

EL REGALO DE LOS DIOSES

Desde la llegada de los dioses que no fueron, cuando creímos que se trataba del milagro esperado a través de los tiempos y, alegres y reverentes nos entregamos a lo que culminó en dolor y humillación, ninguno volvió a creer en milagros, ninguno volvió a mirar el mar ansiando ver naves venidas desde donde aire y mar se juntan.
Llegaron con ropas pesadas que escondían su semejanza con nosotros,  armas que escupían terribles bolas negras y humo,  cuchillos más largos y cortantes que nuestras piedras de sacrificar y también, debo decirlo, con este nuevo lenguaje.
Nuestra vida cambió. Nuevos sufrimientos, nuevas enfermedades, nuevas formas de morir. Ya no fuimos dueños de lo que fue nuestro ni de andar nuestra vida como la andábamos; tampoco de obedecer las órdenes que nuestro rey y nuestros sacerdotes recibían de los astros que nos guían.
No, nadie volvió a esperar a los dioses prometidos. Pero si ahora puedo cantar en palabras que nunca fueron nuestras, es por el regalo. Tal vez nuestros dioses y los de ellos se han puesto de acuerdo. Lo pienso y el agua del manantial del sentimiento brota de mis ojos. Sin embargo no estoy seguro de lo que vendrá.
Cuando llegaron se golpeaban el pecho y decían “YO” con gran orgullo. Luego estirando el brazo hacia cualquiera de nosotros, decían “TÜ”.
Tengo que aclarar ahora que entre nosotros no existen esas palabras. Hay una que, a excepción de nuestro rey-dios y de nuestros sacerdotes, nos nombra a todos: Piedra-del-gran-Pueblo.
Sus gestos y sus voces fuertes y brutales trajeron enormes confusiones y castigos. Si uno de ellos preguntaba:-¿Quién hizo esto?, y uno de nosotros contestaba ─Yo ─ señalando a uno de sus compañeros, llegaban la burla, el escarnio y el castigo. Peor aún era cuando a la misma pregunta respondíamos ─Tú ─, pensando en cualquier Piedrita-del-gran-Pueblo.
Soy el escriba del rey-dios,  encargado de registrar en la piedra con algunos pocos signos la memoria de cada año. Por eso traté de aprender el lenguaje de los dioses falsos, porque ellos son, como el regalo de hoy, lo esencial del  año.
Ayer, su cacique (no puedo llamarlo dios) volvió al mar con muchos de ellos, dejando a los más duros y crueles con nosotros para que nos eduquen. Pero también quedó, creo que por su voluntad, el hombre de la túnica larga con cordón y maderas cruzadas sobre el pecho, y una sarta de bolitas que cuelga de su cintura y que a menudo acaricia con cariño. Es un hombre bueno y paciente que me tiene cierto afecto. Mientras su cacique volvía al punto de unión entre el cielo y el mar, hoy,  día del gran regalo,  me llevó a la sombra de las palmeras y me reveló el misterio del “Yo” y del “Tú”.
Ah, esta Piedrita- del- Gran- Pueblo aún no sabe qué signos usará para explicarlo todo.
Jamás creí poder ser un Yo y tengo miedo.
Llevé mi voz al rey-dios quien ordenó reunirnos ante la piedra de sacrificio. Cuando estuvimos todas las Piedritas-del-Gran- Pueblo, dijo:-¡Habla!
Fue como el silencio que antecede el terremoto. Después, cuando todas las Piedritas-del-Gran-Pueblo parecieron comprender, la tierra tembló de tanto baile y grito ritual.
Algo se ha liberado en cada uno. Hay una fuerza distinta. Me gusta y le temo. Algunas miradas ya han cambiado. El hombre de la túnica nos observa con amor y preocupación.
Es un gran regalo, sí, pero ¿qué ha de suceder cuando vuelva el falso dios y vea lo que somos ahora? Tiemblo.

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