domingo, 13 de marzo de 2016

BURLAS, DUDAS, MIEDOS

« Espléndida ante todo. Matías me va a oír. ¿Qué se cree? Pero tengo que estar como para que se desmaye. Ah, menos mal que estos ascensores tienen espejo».  
Sara sigue alimentando su convicción y su discurso mientras termina de acomodar la melena ante el espejo. Gira apenas y pulsa el botón de la planta baja.  Fin de la jornada laboral. Comienzo de la jornada personal. Primero que Matías la oiga y –ojalá-  después de las disculpas que ella espera, lleguen los cuidados y los mimos, pero no piensa aflojar. Después correr a su casa. Agustín y Javier están con Margarita  que debe volver a atender a los  suyos.  
El ascensor da un  salto parecido a un respingo  y se detiene.  Sara, impaciente, pulsa varias veces  la botonera. Prueba en distintos pisos. No arranca. 
Pulsa el botón de alarma que resuena  como la sirena de una ambulancia. Pasa un rato. Nadie.
Segundo intento completo, tocar todos los botones y luego la alarma. Nada. Tercer intento, sólo la alarma pero dejar el dedo en el botón tanto tiempo como para que el mundo la oiga, se enloquezca y responda.  Silencio.
Es probable que todos se hayan ido ya. Era tarde cuando terminó de ordenar su escritorio. 
Veamos, ella es una mujer segura y razonable. Sólo hay que llamar al 911…
──  Buenas tardes, estoy encerrada en un ascensor.
── …
──  Sí, Corrientes…  no me acuerdo el número. Es la Compañía de Seguros  El Imprevisto, debe ser altura al quinientos.
── …
── ¿Cómo que van a demorar?  ¿Otro incendio en la Reserva Ecológica?  ¿Cuánto tiempo?  Por favor, el encierro es terrible.
Segundo paso, avisar a Margarita.
──  Margarita, hola. ¿Todo bien? Es posible que llegue más tarde. Estoy encerrada en un ascensor de la oficina y el 911 dice que los bomberos van a demorar por un incendio en la Reserva Ecológica. No les digas a los chicos, no quiero que se asusten.
── …
──  Sí Marga yo sé,  pero aguántame por favor. Voy a llamar a Sergio a ver si puede reemplazarte.

── Hola Sergio,  ¿podrías ir  a casa a reemplazar a Margarita…
──…
──  ¡No me creo nada, estoy encerrada en un ascensor, estúpido! Ya que interrumpís, al menos preguntá.
── …
── Ah claro, el solterito tiene sus compromisos y no puede suspender nada cuando sus hijos lo necesitan.
──  …
──   ¿Y cómo querés que te demuestre que estoy encerrada en un ascensor? 
«¡Pelotudo!»

 «Ahora me toca Matías…»
── Hola, ¿cómo pudiste hacerme eso?  ¿Qué tal irte a tomar café con la íntima amiga de tu pareja? "¿Ayer un juramento, mañana una traición?"
── …
──  Anda al diccionario, pibe. Traición, perfidia,  infidelidad, mala fe, ¿querés más?
── ¿Que sólo la viste entrar al café y la invitaste a tu mesa porque es mi amiga? ¿Me lo jurás?
Los sollozos se le atragantan. Siente arder las mejillas. Se mira al espejo. Está roja.
── ¿Qué te pasa, nena?
Le parece que oye la voz de Matías por primera vez. Todo lo anterior fue una rara reverberación en su cabeza.
──  Estoy encerrada en un ascensor de la oficina,  los bomberos no llegan,  me duelen los pies,  quiero llorar y necesito sentirme querida y segura.
──  Sacate los zapatos, sentate en el piso. Sí, ya sé que está sucio; el sábado salimos y te comprás algo nuevo. Ahora tranquila, yo reclamo. Vas a ver que llegan enseguida.
Se cae la burla, la ironía cargada de bronca. Ya no quiere retar ni pelear. Empieza la duda. ¿Y si por la bendita Reserva Ecológica se olvidan de ella? ¿Y si Sergio no hace nada y Margarita tiene que irse? ¿Y si Matías no consigue hablar? Se ahoga. Ya debe estar azul por la falta de aire.
Apenas lo piensa, el miedo se instala en un temblor incontrolable. Oye  a su abuelo diciendo “Lo único seguro que tenemos es la muerte y es lo primero que olvidamos”.  ¿Qué va a ser de Agus y Javier? ¿No va a verlos más? ¿ No más abrazos? ¿No verlos crecer?
No puede parar de llorar. Se ve gris. Malditos espejos. Cierra los ojos.
Le parece que duerme, pero el recuerdo de Sergio sacando del río a Agustín escupiendo agua durante unas vacaciones juntos le dibuja la primera sonrisa de la tarde. Y cuando piensa en Matías conteniéndola, haciéndola reír,  aparece la segunda. Se ha ido el temblor.
¿Voces? ¡Voces!  
── Tranquila señora, ya la sacamos.
Lentamente, el ascensor empieza a moverse. Se detiene. Dos bomberos rompen el encierro.
 Alguien de blanco le pone un cuello ortopédico.  La suben a una camilla.
── ¿Es necesario?
──  Protocolo.
Cuando por fin salen, Agustín y Javier corren hacia ella y Sergio camina detrás. Sara acaricia a sus hijos. Mira a Sergio y le dice:
── Sos un buen padre, vos.
Más allá está Matías con sus zapatos y su cartera en la mano. Se acerca, la besa y murmura:
── Querida  y segura.

  

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