miércoles, 7 de junio de 2017

NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE OIR

La gente pasa  sin verlo. Hace días que la lata  a sus pies no recibe una moneda.

En la esperanza de lograr algún dinero, el ciego consigue un arma de juguete y se hace ladrón. Sin embargo, dada su condición,  resuelve permanecer en la esquina del banco, el lugar de siempre.Pero, hay un cartel: «Hoy no se atiende por huelga».

Llega una señora. El ciego sigue un perfume que le habla de riqueza. Empuja  a la señora y, sin saberlo,   apoya el arma allí donde la espalda cambia de nombre. Ella siente algo firme haciendo presión.

Vamos juntos, ahora ―le dice al oído.
―Hoy no es posible ―musita la señora, sin volverse.

El futuro del ladrón agoniza en esas palabras.

―¡Será mañana, entonces! ―amenaza enojado, aumentando la presión.

―¡Caballero, soy una mujer casada!