«Era más que
un simple robot, era más que cualquiera de sus amigos y compañeros no sólo por
su fuerza o su tamaño, y ella iba a
ayudarlo a salir al mundo, a brillar como le correspondía.» Así iba pensando
Ema sobre su novio, al salir de la joyería donde habían encargado las alianzas
para su boda.
Bromeó con
el joyero por la diferencia de tamaño de los anillos. A ella no le importa. Ama
a Ticio y Ticio la ama. ¿Qué más?
Apura el paso. Su querido “super-robot”, “grandote”, “forzudo”, “monstruo”, “fenómeno de circo” como lo apodan sus compañeros con una sonrisa que habla más de incomprensión que de burla, la espera en una esquina cerca de su casa.
Apura el paso. Su querido “super-robot”, “grandote”, “forzudo”, “monstruo”, “fenómeno de circo” como lo apodan sus compañeros con una sonrisa que habla más de incomprensión que de burla, la espera en una esquina cerca de su casa.
A Ticio no le
gustan los lugares públicos porque siempre hay quien lo mira y hace comentarios en voz baja. Él es
quietud tensa que controla su fuerza. Sabe que esa es su característica
esencial y le teme. De Ema quiere su vivacidad, su frescura. «Ella no hiere»,
se dice, mientras el recuerdo de su madre le hace temblar las sienes y la
frente.
Ema camina y
recuerda.
Cuando se conocieron, los amigos de él hicieron una fiesta y la recibieron entusiasmados. Sin
embargo había siempre una línea de resquemor que Ema no sabía interpretar.
Un día
Andrés le dijo que quería hablarle. Con Ticio se conocían desde la infancia y
“super-robot” fue su defensor ante los compañeros de escuela cada vez que hizo
falta. Andrés relataba situaciones risueñas y exageraba otras. Dijo,por ejemplo, que su
amigo había arrancado un árbol de raíz para hacer leña, y no era cierto.
Pero otras cosas sí lo eran. Contó que se convirtió en una suerte de operario ad-honorem de la
escuela por haber retorcido las rejas de una ventana en un ataque de rabia. Los
maestros, entonces, decidieron que lo mejor era que descargara su excesiva
energía arreglando lo que hiciera falta. Las compañeras contaban con él para
que llevara mochilas, carpas y demás enseres para los campamentos de verano y muchas
historias más. Después de escuchar atentamente un rico anecdotario, Ema
preguntó por qué la había llamado. Andrés se puso serio y le dijo:
―Hay un tema que no
debes tocar jamás: su padre. No se llevaba bien con su madre, aunque nunca la
lastimó ni le hizo daño, pero la última vez que le preguntó por su padre, ella, poniendo los ojos en blanco, le contestó, « te lo he dicho siempre, créeme, tu padre
es un dios, y los dioses no se quedan mucho tiempo entre los humanos. Somos muy
poca cosa para ellos». Entonces Ticio gritó con tanta furia que todo el barrio
lo oyó. Entró al gallinero y retorció el pescuezo de varias gallinas hasta que
se calmó. Lo increíble fue que la madre repartió las gallinas muertas por
toda la vecindad como si se tratara de una ceremonia, y en todas las casas contó que le
había dicho la verdad sobre su padre, y eso lo había enojado. Mi madre piensa que
esa mujer estaba loca.
―¿Y todos comieron puchero de gallina gracias a Ticio? ―preguntó Ema, riendo.
―No lo tomes a la ligera. Ticio es un pan de dios, pero tocar
el tema del padre con él, es peligroso.
―Lo tendré en cuenta, ―dijo ella todavía burlándose. ¿Su
novio, peligroso? Siempre la ha tratado con un cuidado y una delicadeza casi
desconocidos entre los hombres considerados normales.
Ticio espera
inmóvil. El recuerdo de su madre se aleja. Disfruta del sol en la cara. El
pasado ha quedado definitivamente atrás.
Ema camina y
sueña.
Imagina una
casa llena de niños grandes y fuertes como su padre.
Ríe feliz y
corre entusiasmada a su encuentro.
Se abrazan,
se besan. Ella abre la cartera y muestra los anillos.
Él sonríe
desde su altura. Ema, cegada por su propia historia de amor, exclama:
―¡Es hora de que salgas de la
oscuridad, pareces un semi-dios!
Un alarido de cientos de bocinas que
suenan al unísono sin interrupción, sube desde el horror de gente que no sabe
qué hacer ante un gigante que en plena calle le retuerce el cuello a una mujer
como si fuera una gallina.
Hoy, Ticio, Super-Robot, Monstruo,
Fenómeno de Circo es condenado como un hombre.