Me atrae la oscuridad. No es que no me guste la playa pero el sol me
hace mucho daño. Para mí la playa es cuando la arena ha enfriado, entonces soy
feliz sumergiéndome en ella. Los corredores sin luz son mi lugar de práctica.
Corriendo le gano a cualquiera. Debería probar en alguna olimpíada.
No me quieren. Es más, me odian y me persiguen con
alaridos en cuanto me ven. Mejor así. La noche es mía. Me basta algún descuido
de mis enemigos para encontrar comida. Las bebidas no son lo mío. Siempre tengo
miedo de ahogarme.
Hoy ha hecho un calor excepcional. Aún en la oscuridad
he tenido que quedarme muy quieta esperando que baje la temperatura. Es otra de
mis habilidades. Sé engañar al enemigo cayendo en estado cataléptico. Cuando
menos lo piensa, estoy nuevamente ganando la batalla. Soy de ascendencia
longeva y mucho más lo serán las nuevas generaciones con defensas ante la
guerra nuclear.
Se enciende el farol de vigilancia. Debo correr. Ah,
siento la lluvia ácida que quiere quemarme. Mis enemigos son gente sin piedad. Caigo
en un hueco duro, de piedra. Tiene tres agujeros al fondo. Quiero escabullirme
por allí. La lluvia me sigue. No tengo más fuerzas. Pero al final de la tierra
habremos ganado.
***
—¡No sabes, Martita, el
susto que pasé anoche! Prendo la luz del baño, en el piso una cucaracha. La
perseguí con fumigador hasta que murió en el lavatorio. Creí que me moría.