El día en que nació, su tío veinte años mayor dijo a
su padre ─ Ésta la reservas para mí.
Al cumplir los doce,
su madre le habló ─ Conoces a tu
tío. Será tu marido. Obedece y calla.
Salía él a sus negocios y ella sacaba el cajón de juguetes
para vestir muñecas. Enterada la madre, ante el primer embarazo, se lo
escondió. Veintitres hijos parió. Sólo cinco se malograron. A los cincuenta
años, la cabeza perdida, Ana preguntaba ─ ¿Quién me ha quitado mi cajón de
juguetes?
Ayer no más, a principios del siglo XIX en la Gran
Aldea.