LA
GUERRA DE LAS VIEJAS
Frola y
Nefer (por Nefertiti) son en su pueblo algo así como el escuadrón bombardero o
de misiles del Imperio Británico. Con sus lenguas certeras y su imaginación
perniciosa han destruido reputaciones enteras, matrimonios, familias, negocios
y cuanto uno pueda imaginar.
Son mayores,
han tenido cómplices y tiempo sobrado. Como el mencionado Imperio, han extendido
sus dominios-maledicentes más allá de los mares y de su control; pero el tiempo
también se vuelve en contra.
Todos
aquellos que les creyeron y luego les temieron, los que siguiendo el camino de
las palabras de Frola y Nefer arruinaron sus vidas, han terminado por darles la
espalda. Muchos han vuelto a sus parejas,
a sus familias renovados, frescos, dispuestos a vivir en su realidad
lejos del castillo y las pretensiones de la loca de la casa.
Todas las
imágenes de la vida que Nefer y Frola atesoran, son tapices enmohecidos por los
años y la falta de cuidado.
Ellas, por
su parte, están un tanto aburridas. Necesitan expandir sus dominios.
Y aquí llega
Nati. Muy joven, no precisamente tonta pero sí muy simple, poco instruida,
madre de una niña de tres o cuatro años (no recuerda), que vive en una casucha
a las afueras del pueblo, en cuyo terreno cultiva algunas verduras y sobre todo
hierbas curativas. También tiene un limonero y un ciruelo.
Hoy, Nati
está muy contenta. Por haber tratado a Clementina, directora de la escuela, con
alguna de sus hierbas para el dolor de estómago ha logrado su confianza, y lo
que es más un trabajo. Atender la mesa de los niños en almuerzo y merienda, hacerles
friegas de lavanda sobre los golpes, o de tomillo para el dolor de garganta.
Puede llevar a su niña que se entretiene con su muñeca de trapo en el aula de los más
pequeños mientras ella trabaja. Ama los amaneceres frescos, luminosos, y
salvo por sus amados gorriones, muy silenciosos. Camino a la escuela, no hay
nadie por las calles del pueblo.
¡Ah, pero
qué distinta es la vuelta! Unos van y vienen entre sus trabajos, las compras,
la casa; otros, como Frola y Nefer se
sientan a la puerta de sus casas a ver pasar la vida y opinar sobre ella.
Afilan sus lenguas.
Ya el primer
día:
—¿Dónde es que vive?
—En las afueras. Debe ser puta. ¿No te has fijado que hay más muchachos
yendo a la tarde para esos lados?
—Llamemos a Petronila.
—Pero con discreción, eh…
—Dice que los muchachos van por el otro camino a la cancha de fútbol, pero que averiguará.
-Tal vez sea gay.
Son días de
mucho calor, la niña está cansada y Nati la carga camino a casa.
—Hasta cuándo pensará cargarla…
—Está malcriándola.
Nati las
oye, claro que las oye, puesto que ellas hablan para que las oiga. Pero Nati es
nuestra Ghandi: no responde.
Vienen otros
días:
—¡Pobre criatura, llevarla a la rastra
con sol, lluvia o lo que sea!
—No sé por qué no la deja con alguien mientras
trabaja.
—Yo no la dejaría venir con la niña.
—Hay cada cómodo.
Acaso porque Nati nunca se da por
aludida, o por otras insondables sinrazones del alma humana, Frola y Nefer
intensifican cada día los ataques, pasando de las balas de fogueo a los
cañonazos:
—Van tan mal vestidas…
—La nena está desabrigada, se va a enfermar.
—No sé para qué tienen hijos si no saben
cuidarlos.
Entonces, la niña es quien se enoja:
—Viejas feas, malas, tontas.
—¡Insolente!
—Mocosa de porquería.
—Y la madre no la corrige.
—¡¿Qué irá a salir de ahí?!
—Petronila habló con Clementina, dice que la
madre cultiva hierbas curativas. Es medio curandera, parece.
—Bruja, querrás decir. ¡Qué gentuza!
Cuatro manos hacia el suelo ponen
índices y meñiques queriendo conjurar el peligro, pero las lenguas no cesan.
Gritos y peleas en el patio de la
escuela entre los chicos más grandes. La hija de Nati se asusta, llora, se
caga. Nati la limpia como puede pero la diarrea sigue mientras caminan.
—¡Será posible!
—¡Qué asco!
—Hay que denunciarla a la justicia para que le
quiten la tenencia.
Nati reacciona, por fin. Se vuelve y
con un gesto de su mano derecha exclama:
—¡Cuidado! ¡Respeto! —y se va.
Frola y
Nefer quedan de piedra. El mundo se oscurece, quieren hablar, se les enreda la
lengua, corren a la comisaria:
—Ro co soo, ro co
soo
—Al brúla nos ja
engrudó.
Tiemblan
con las lenguas afuera como dos perros en carrera.
Frola consigue mascullar: —Clementiembla.
El
comisario se juega por lo que considera un llamado a la maestra, y acierta.
Clementina
pronto adivina que hablan de Nati y se ofrece a ir con el comisario a
verla.
—No hice nada. Me
amenazaron con quitarme la nena y les
grite: «cuidado, respeto». Después quise hacer ese saludo que hizo un señor
gordo con habano cuando ganó una guerra, el índice y el mayor como una
victoria. Decirles que yo había ganado, pero estaba tan nerviosa y apurada que
la mano me quedó no para arriba sino medio estirada hacia ellas. Creo que eso
las asustó. También yo estaba asustada y
enojada, ¡cómo van a querer sacarme la
nena porque la pobrecita se cagó!
Clementina la consuela en tanto al comisario le
cuesta contener la risa: Nati ha vengado al pueblo entero.
¡Hola! Muy buen relato y disparatada historia. Un abrazo. :)
ResponderEliminarUn relato astuto y divertido. Por una vez en ese pueblo la bondad salió ganando, je, je. Hay que ver cuántas maledicencias pueden salir de la boca de unas simples viejas chismosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen escarmiento, sí, jeje. Estupendo tu relato, Juana. Ameno y muy divertido.
ResponderEliminarHola, Juana. Una historia enternecedora. La lucha de una madre abnegada, enfrentándose a esas lenguas viperinas, merece salir victoriosa.
ResponderEliminarUn saludo.
Nati es muy especial, nunca la pierdas, me encanto ese personaje. Y las lenguas viperinas tambien son grandes personajes. Te quedo muy bello el relato.
ResponderEliminarHola Juana que relatazo nos ha regalado sin duda se lo tenían ganado las señoras. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Juana. Me ha gustado mucho tu relato, con esos diálogos tan naturales y tan disparatados a la vez. Sin duda que las viejas cotorras se han llevado su merecido. ¡Bien por Nati y su niña! Suerte y un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato Juana, muy entretenido de leer, divertido y muy buen final, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Hola Juana. Los pueblos son un microcosmos particular, en el que todo se sabe, todo se escucha, y todo el mundo se mete en las vidas del prójimo. La Frola y la Nefer son dos personajes repulsivos y desde la primera linea estamos deseando que alguien les ajuste las cuentas, asi que bravo por Nati; le han tocado lo que más quería y por ahí no pasa. Creo que al final las dos brujas han sido víctimas de sus propios miedos, al creer bruja a la perjudicada e imaginarse un mal de ojo o algún hechizo, con esa frase contundente que les ha soltado y el gesto de la victoria en horizontal. Me han encantado los diálogos, me admiran aquellos en los que las acotaciones se reducen al máximo y además se construyen a varias voces, sin que pierdan legibilidad o entendimiento. Muy buen trabajo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Juana:
ResponderEliminarSeguro que a esas maldicientes les gustamos menos los gatos que las personas. Ya estoy escaldado de esas toconas que fingen acariciarte cuando lo que hacen es arrancarte pelo para sus conjuros. Uno es cegato, no pazguato, por lo que me calzo las botas de 7 leguas en cuanto se me acerca alguna de esas deslenguadas.
Un relato muy ameno, Juana.
Ay, es que algunas "viejas" son tremendas, son como de una especie aparte! Y este par que has descrito son un ejemplo! Y es que dicen que por la boca muere el pez! Su principal defecto fue su perdición! Un abrazo y mucha suerte!
ResponderEliminarHola, Juana. Una historia muy tierna que me hace pensar: el que la hace, la paga. Siempre se ha dicho que "Pueblo chico, infierno grande" y estas dos malvadas (no digo "brujas", por no insultar a las brujas) lo corroboran y han tenido su escarmiento con la primera valiente que ha sabido plantarles cara. ¡Bien por Nati! y ¡Bien por tu relato, que me ha gustado!
ResponderEliminarUn abrazo y suerte en el Tintero.
Nati necesitará unas hierbas para contener la diarrea de su hija.
ResponderEliminarPero ha tenido el logro de poner a esas dos arpías, con perdón de las mitológicas, en su lugar.
Muy acorde con la convocatoria. Un abrazo.
Hola, que relato mas divertido y tristemente real, aunque no se crea, nos has regalado. Puedo dar fe de la existencia (o no existencia, la verdad no se lo que hacen esas señoras) de un par de ejemplares en mi pueblo que pueden encajar en la liga de Frola y Nefer... me ha encantado.. ¡Saludos!
ResponderEliminarMira que es una constante eso de que en los pueblos haya gente maldiciente que se entretiene malmetiéndose en la vida del resto. Muy logrados esos personajes, así como el maleficio que ataca a la peor de sus armas: el habla. Maleficio que se queda en duda con ese final que enternece y deja el regusto de una gran victoria.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu cuento, lleno de chismorreos y ajustes de cuenta muy originales.
Un abrazo, Juana!
Sorprendente diálogo, más bien parecían concurso de a ver qcuañ de las dos la decía más gorda. Pero muy natural para las protagonistas: "debe ser puta", lo primero que dice una de las dos.
ResponderEliminarCreo que sí era bruja, y que ña v no era de victoria, sino de víboras, y que el embrujo consistía en atar entre sí ñas dos puntas de cada lengua. Igual fue algo sicosomatico. Estaría bien saber si fue oermanente.
Abrazo y suerte
Hola, Juana. Dicen que pueblo pequeño, infierno grande. Es lo que tienen las víboras para entretenerse, lo malo es que la ponzoña que sale de sus bocas es venenosa y puede hundir la reputación de cualquiera. En este caso, su propia maldad les la conjurado contra ellas. Me ha encantado este relato-denuncia. Un abrazo.
ResponderEliminarBrujas son las deslenguadas viejas del copón. merecen todos los males de ojo posibles por cotillas, marujonas y prejuzgadoras.
ResponderEliminar¡Bien por la Nati ! simple y clara como el agua.
Que les den morcillas a esas dos; les he cogido tirria.
Un abrazo.
Gracias, Juana, por participar con este relato en el homenaje a John Kennedy Toole y La conjura de los necios. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarSe lo tenían mas que merecido. Excelentes los personajes de las viejas cotillas y dañinas. Una historia muy, muy divertida, Juana. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn abrazo.
En los pueblos pequeños siempre hay viejas cotillas y lenguas viperinas. Un buen relato para una historia muy divertida. Suerte en el tintero.Un abrazo
ResponderEliminar¡Vaya con las viejas del visillo! las deslenguadas difamadoras. ¡Bravo por Nati!
ResponderEliminarLos diálogos te han salido de lujo, Juana. Se las escucha hablar y farfullar a las dos chismosas.
Un cariñoso abrazo y hasta pronto, Juana.
Qué rabia las viejas alcahuetas. Muy buen relato.
ResponderEliminarEsas dos brujas como le dice la niña son eso brujas y unas mal habladas y amigas de arreglar al vida del otro. Bien contada toda la trama
ResponderEliminarUn ejemplo de lo que pasa en muchos pueblos.
Un abrazo Juana
Puri
Genial, Juana!
ResponderEliminarDe principio a fin. Humor, parodia, crítica... y a la vez un personaje maravilloso... el de la bruja Nati (en el buen sentido de la palabra, como hechizera y curandera). Me ha encantado. Tu imaginación e ingenio son De 10.
Un abrazo!
Al final, las viejas recibieron su escarmiento, ¡y que muy merecido lo tenían!
ResponderEliminarBuen relato. Suerte en el concurso.
Un saludo.
Hola, Juana. Criticar al prójimo es el deporte nacional pero estas dos lenguas biperinas van más allá. Menos mal que al fin han sido castigadas. ¡Biefn por Nati!
ResponderEliminarUn trabajo genial. Felicidades.
Hola, Juana. Les dio donde más duele a esas criticonas. Unos días sin poder hablar y se mueren por no poder soltar el veneno de sus siempre ofensivas y difamatorias palabras.
ResponderEliminarSaludos y suerte.