La oficina
de redacción del periódico hierve. El gran maestro de casi todos los que
trabajan allí, el admirado periodista y escritor de policiales, por todos conocido como El Viejo, está
muriendo.
Mientras
esperan las noticias del mejor amigo que
lo acompaña y que tal vez rescate alguna palabra para el recuerdo si llega a
haberla, los redactores se afanan en la búsqueda de datos biográficos para la
necrológica. Hay tan poco…
Después de
aquel incendio que destruyó todas las fichas del personal registradas a mano,
la modernidad recompuso mediante la informática y las copias de seguridad no
tan seguras, los datos actualizados de todos su redactores, pero El Viejo ya
estaba jubilado, y si bien iba con frecuencia a la redacción que era su casa y
su familia, nadie se preocupó por actualizar los suyos. Ahora quedan los
recuerdos de unos, las anécdotas de otros, los cuentos tejidos con dos o tres
frases repetidas a lo largo de los años y no mucho más.
Es, eso sí,
el padre del Detective Mute, personaje principal de todas sus novelas
policiales.
Mute jamás
carga un arma, habla poco, es medido y sereno, pero participa en historias de crímenes terribles
cometidos por asesinos crueles y morbosos, y sufridos por víctimas no siempre
buenas y bellas.
Así, quienes
creen en la identificación directa de un autor con su obra, y quienes conocen
la bonhomía y la integridad moral de El Viejo, se preguntan cómo alguien de tan
buen talante, tan equilibrado y buena persona fue capaz de escribir cosas que provocaban el terror, el insomnio y la
necesidad rayana en el vicio de seguir leyendo cada una de sus novelas.
Firma sus
libros como Frank Spadavecchia. Nadie tiene certezas sobre su origen. Europeo,
sin dudas. Llegado hacia el fin de la Segunda Guerra, muy joven, ya sin una
pierna pero aun así con un físico atlético. Alguien cree reconocerlo en una
revista deportiva de los años treinta lanzando una jabalina. Otro dice que en verdad se llamaba Iacopo,
pero que se había cambiado el nombre para que no pudieran reconocerlo del otro
lado del océano. La mayoría piensa que lo de la pierna es una herida de guerra.
Sin embargo, hay quien asegura que ante esa insinuación un día se le oyó
responder: «Más bien una herida de no guerra».
Su frase
memorable, «si Hitler y Mussolini quieren la guerra, que hagan ellos la guerra;
yo no hago la guerra», le valió amistades indestructibles tanto como enemigos
acérrimos.
Y, «¿por qué
no se casó nunca?» Es otra de las preguntas que de un escritorio a otro va
buscando y encontrando las respuestas más extravagantes.
Los cafés se
multiplican, los ceniceros amontonan colillas, el paso de las horas sin
descanso se dibuja en ojeras, caras muy pálidas, algunas manos temblorosas y
cierto malhumor a la hora de responder llamados
que repiten un «¿novedades?»
La madrugada
es la hora del hambre. Se desata una ansiedad caníbal que busca reponer
energías a toda costa. Hay que llamar a José “el gallego”, mozo del bar de la
esquina, proveedor infaltable de sándwiches, pizzas, bebidas de distinto tipo.
José llega.
Todos despiertan.
―¡Al fin, Gaita!
―Muero de hambre, José.
―Che gallego, vos que siempre te quedabas charlando con El
Viejo, ¿sabés algo de su vida en Europa?
―Lo sé todo. Al cierre, cuando todos se iban, él se quedaba a
escribir sus novelas. Yo le traía café y cognac y conversábamos largo rato.
Fumaba puros. Según decía, el olor espantaba las moscas sin tener que matarlas.
―Ja,ja, mientras mataba gente en el papel.
―Che, dejen hablar al Gaita.
―¿Es cierto que fue deportista?
―Es que en la escuela se le reían por ser un alfeñique. ¿Cómo
le dicen ahora? El bulin o algo así. El padre lo mandó a hacer deportes para
que se defendiera, pero nunca contestó. Decía: «no valía la pena, gallego; me
vengo ahora y mucho mejor», y se reía.
―El caso es que las muchachas se lo disputaban y parece que
fue novio de la más rica del pueblo, pero llegó la guerra…
―Y como todos sabemos: «si Hitler y Mussolini…»
―Así fue, muchachos. Desertó dos veces. La primera tuvo pena
de cárcel y vuelta al frente, pero la segunda era huir de Europa o el
fusilamiento. En un momento de debilidad buscó a su novia por ayuda, y ella que
era fascista, lo delató. En la huida lo hirieron. Salvar la vida fue perder la
pierna. Adiós al deporte, a la novia, a su pueblo y a su gente.
―Aquí empezó como plomero, hasta que el director del periódico
lo conoció y se lo trajo de “che pibe”.
---¡Pobre tipo, qué vida!
---¡Pobre tipo, qué vida!
―¿Qué hay del romance con la hija del “dire”?
―Pues, no lo sé. Una vez, hablando de otras cosas dijo: «no
hay que casarse con hija de rico ni con hija de patrón», pero eso fue todo.
―O sea que no tenemos mucho más que el titular: A LOS 89 AÑOS
DE EDAD MUERE FRANK SPADAVECCHIA, PADRE DEL DETECTIVE MUTE.
Un llamado a
la redacción confirma la hora del deceso. El amigo de El Viejo hace un breve
relato.
―No creo que interese mucho, todo cuanto dijo fue: «Soy
un hombre afortunado, me voy sin haber tenido que matar ni una mosca».
Me gusta mucho, Juanita. El tono, la manera de escribirlo, los personajes, La historia. Realmente quedó redondito.
ResponderEliminarPara aportarte, cosas que no son errores pero creo que lo mejorarían.
Reescribir esta oración larguísima y dificil de cerrar. Tal vez se puede cortar en dos o tres.
Mientras esperan las noticias del mejor amigo que lo acompaña y que tal vez rescate alguna palabra para el recuerdo si llega a haberla, los redactores se afanan en la búsqueda de datos biográficos para la necrológica.
Me confundió fue lo del bulin, hasta que lo entendí y a "me vengo ahora y mucho mejor" tampoco lo capto del todo.
Felicitaciones, se disfruta de leerlo.
Gracias Diego por tu comentario. En cuanto a "me vengo ahora y mucho mejor" quiso insinuar que usaba las personalidades de sus compañeros de infancia para sus malvados criminales. Sé que quedó muy "críptico" pero no quería hacerlo demasiado explícito.
ResponderEliminarUn abrazo agradecido