lunes, 2 de julio de 2018

UN HOMBRE AFORTUNADO


La oficina de redacción del periódico hierve. El gran maestro de casi todos los que trabajan allí, el admirado   periodista y escritor de policiales, por todos conocido como El Viejo, está muriendo.

Mientras esperan las noticias del mejor  amigo que lo acompaña y que tal vez rescate alguna palabra para el recuerdo si llega a haberla, los redactores se afanan en la búsqueda de datos biográficos para la necrológica. Hay tan poco…

Después de aquel incendio que destruyó todas las fichas del personal registradas a mano, la modernidad recompuso mediante la informática y las copias de seguridad no tan seguras, los datos actualizados de todos su redactores, pero El Viejo ya estaba jubilado, y si bien iba con frecuencia a la redacción que era su casa y su familia, nadie se preocupó por actualizar los suyos. Ahora quedan los recuerdos de unos, las anécdotas de otros, los cuentos tejidos con dos o tres frases repetidas a lo largo de los años y no mucho más.

Es, eso sí, el padre del Detective Mute, personaje principal de todas sus novelas policiales.

Mute jamás carga un arma, habla poco, es  medido y sereno, pero participa en historias de crímenes terribles cometidos por asesinos crueles y morbosos, y sufridos por víctimas no siempre buenas y bellas.

Así, quienes creen en la identificación directa de un autor con su obra, y quienes conocen la bonhomía y la integridad moral de El Viejo, se preguntan cómo alguien de tan buen talante, tan equilibrado y buena persona fue capaz de escribir cosas  que provocaban el terror, el insomnio y la necesidad rayana en el vicio de seguir leyendo cada una de sus novelas.

Firma sus libros como Frank Spadavecchia. Nadie tiene certezas sobre su origen. Europeo, sin dudas. Llegado hacia el fin de la Segunda Guerra, muy joven, ya sin una pierna pero aun así con un físico atlético. Alguien cree reconocerlo en una revista deportiva de los años treinta lanzando una jabalina.  Otro dice que en verdad se llamaba Iacopo, pero que se había cambiado el nombre para que no pudieran reconocerlo del otro lado del océano. La mayoría piensa que lo de la pierna es una herida de guerra. Sin embargo, hay quien asegura que ante esa insinuación un día se le oyó responder: «Más bien una herida de no guerra».

Su frase memorable, «si Hitler y Mussolini quieren la guerra, que hagan ellos la guerra; yo no hago la guerra», le valió amistades indestructibles tanto como enemigos acérrimos.

Y, «¿por qué no se casó nunca?» Es otra de las preguntas que de un escritorio a otro va buscando y encontrando las respuestas más extravagantes.

Los cafés se multiplican, los ceniceros amontonan colillas, el paso de las horas sin descanso se dibuja en ojeras, caras muy pálidas, algunas manos temblorosas y cierto malhumor a la hora de responder llamados  que repiten un «¿novedades?»

La madrugada es la hora del hambre. Se desata una ansiedad caníbal que busca reponer energías a toda costa. Hay que llamar a José “el gallego”, mozo del bar de la esquina, proveedor infaltable de sándwiches, pizzas, bebidas de distinto tipo.

José llega. Todos despiertan.

¡Al fin, Gaita!

Muero de hambre, José.

Che gallego, vos que siempre te quedabas charlando con El Viejo, ¿sabés algo de su vida en Europa?

Lo sé todo. Al cierre, cuando todos se iban, él se quedaba a escribir sus novelas. Yo le traía café y cognac y conversábamos largo rato. Fumaba puros. Según decía, el olor espantaba las moscas sin tener que matarlas.

Ja,ja, mientras mataba gente en el papel.

Che, dejen hablar al Gaita.

¿Es cierto que fue deportista?

Es que en la escuela se le reían por ser un alfeñique. ¿Cómo le dicen ahora? El bulin o algo así. El padre lo mandó a hacer deportes para que se defendiera, pero nunca contestó. Decía: «no valía la pena, gallego; me vengo ahora y mucho mejor», y se reía.
El caso es que las muchachas se lo disputaban y parece que fue novio de la más rica del pueblo, pero llegó la guerra…

Y como todos sabemos: «si Hitler y Mussolini…»

Así fue, muchachos. Desertó dos veces. La primera tuvo pena de cárcel y vuelta al frente, pero la segunda era huir de Europa o el fusilamiento. En un momento de debilidad buscó a su novia por ayuda, y ella que era fascista, lo delató. En la huida lo hirieron. Salvar la vida fue perder la pierna. Adiós al deporte, a la novia, a su pueblo y a su gente.
Aquí empezó como plomero, hasta que el director del periódico lo conoció y se lo trajo de “che pibe”.

---¡Pobre tipo, qué vida!

¿Qué hay del romance con la hija del “dire”?

Pues, no lo sé. Una vez, hablando de otras cosas dijo: «no hay que casarse con hija de rico ni con hija de patrón», pero eso fue todo.

O sea que no tenemos mucho más que el titular: A LOS 89 AÑOS DE EDAD MUERE FRANK SPADAVECCHIA, PADRE DEL DETECTIVE MUTE.

Un llamado a la redacción confirma la hora del deceso. El amigo de El Viejo hace un breve relato.

No creo que interese mucho, todo cuanto dijo fue: «Soy un hombre afortunado, me voy sin haber tenido que matar ni una mosca».

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho, Juanita. El tono, la manera de escribirlo, los personajes, La historia. Realmente quedó redondito.
    Para aportarte, cosas que no son errores pero creo que lo mejorarían.
    Reescribir esta oración larguísima y dificil de cerrar. Tal vez se puede cortar en dos o tres.
    Mientras esperan las noticias del mejor amigo que lo acompaña y que tal vez rescate alguna palabra para el recuerdo si llega a haberla, los redactores se afanan en la búsqueda de datos biográficos para la necrológica.

    Me confundió fue lo del bulin, hasta que lo entendí y a "me vengo ahora y mucho mejor" tampoco lo capto del todo.
    Felicitaciones, se disfruta de leerlo.

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  2. Gracias Diego por tu comentario. En cuanto a "me vengo ahora y mucho mejor" quiso insinuar que usaba las personalidades de sus compañeros de infancia para sus malvados criminales. Sé que quedó muy "críptico" pero no quería hacerlo demasiado explícito.
    Un abrazo agradecido

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