domingo, 29 de diciembre de 2019

GERARD EN LAS PAMPAS




 Llega siguiendo a Mrs. Bruno. Le falta atar  cabos, pero huele varios rastros interesantes en esta nueva historia de la familia que es casi la suya. Sonríe.
Gerard es perspicaz y de una infinita paciencia. Nunca da por cerrada una investigación hasta la última prueba. Después del asesinato de Mr. Samuel Bruno, no puede dejar de vigilar a su viuda. La considera ninfómana, muy codiciosa y está seguro de que no hará largos duelos.  Ella por su parte, lo desprecia. Durante el funeral de su marido, le ha hecho saber que no lo cree un detective sino un espía, invitándolo que se retire.  


No está en sus planes dejar de seguirle los pasos.  Dos señores extranjeros que hablan español latinoamericano, compatriotas para más datos, la visitan con frecuencia pero no se cruzan jamás, ni parecen conocerse. Esa es la primera mentira. Tienen negocios en común. ¿Lo sabrá la señora?
 Los ubica sentados en una mesa algo apartada en el lobby de un famoso hotel de Nueva York, donde espera a Phil. Parecen discutir con cierta tranquilidad al principio, y luego cada vez más acaloradamente. Ninguno de los dos llega a los sesenta años, aunque uno de mirada más bien fría, tiene el cabello muy blanco. El otro, de gestos más vivos, viste con más formalidad y no disimula su impaciencia. 


¿Qué miras? pregunta Phil, al llegar.


¿Los conoces? retruca Gerard, haciendo apenas un gesto con el mentón.


El de traje oscuro es funcionario de un país sudamericano, seguramente en visita interesada.  Debe estar negociando algún préstamo  o algo por el estilo. El otro, no estoy seguro. Viene más seguido, tiene fama de mujeriego pero en general está con empresarios o comerciantes. ¿Por qué te interesan?


Antes de que Gerard pueda contestar, el de traje oscuro identificado como funcionario, se levanta indignado, dice algo en voz alta, y se retira. El empresario se queda un momento más dispuesto a pagar la cuenta. Esboza una sonrisa socarrona.
No vuelve a ver al funcionario. El canoso  visita a la mujer dos veces más.  Pero él no los borra de su mente. Sabe que hay algo más. Ella comienza a salir con frecuencia del brazo de un joven de unos treinta años que le envía flores a diario. 
Periódicos, colegas, chismes, y encuentra los datos que busca. Son argentinos. El funcionario aparece en una foto en la sección política, algo más atrás ¿quién?, pues el nuevo caballero de Mrs. Bruno.
Un día el mayordomo desliza que la señora se va a Sudamérica. 


«¡Y aquí estamos!», se dice mientras desarma un bolso de viaje en la habitación  de un hotel más bien modesto en una pequeña ciudad del interior rodeada de estancias. No elige el Gran Hotel, seguro de que la señora va a parar allí. Pero aún no entiende qué hace Elsie Bruno en ese lugar. 
Pide todos los diarios del día. El funcionario aparece en una foto en el Parlamento. Reconoce esos ojos saltones y el gesto entre excitado y furioso de sus brazos. Al costado, una foto más pequeña del empresario. Al parecer lo  acusan de negocios sucios, y hasta de narcotráfico. 

Con aire de turista curioso, se acerca a la conserjería y pregunta. El  empresario es de la región, tiene la mejor casa de la ciudad y una estancia espléndida a pocos kilómetros. Aquí se lo conoce por su afición a las mujeres. No saben más.
Como quien mastica un puro, Gerard murmura, «interesante, muy interesante». Y se retira.  Por un momento cree haber resuelto el enigma del viaje de la señora. Pero no, no hay que apresurarse. Nada nunca es lo que parece.


A  la tarde, el lobby del Gran Hotel  hierve. Gente que habla en voz alta, policías, desorden y un conserje que no sabe cómo tranquilizar  a los viajeros. Al parecer, en plena siesta sin importar el calor, la esposa del empresario se ha abalanzado a la habitación de Elsie Bruno a los alaridos:


¡Puta, sinvergüenza, ladrona!  


La señora, ha salido de la habitación y entre las dos han representado una escena  con tirones de pelo e intentos de arrancarse aros y collares. Luego, la esposa se ha retirado airada, mientras Elsie volvía a su encierro. 
Apartado, con un libro entre las manos,  muy concentrado, Gerard descubre al joven amigo de la señora.

«Ah, claro, te marchas esta noche con tu protector», piensa y se apresura. Acaso el epílogo ocurra en Buenos Aires.
El único pasaje que consigue es en tren. Tendrá unas horas para tejer su tela.
Ve subir una mujer joven con un niño de unos cuatro años y una jaula con un gato.  Luce cansada, inquieta. Acomoda al niño en sus faldas, y coloca  la jaula en el asiento a su lado. Gerard dormita. Su vecina también.


De pronto, gritos desesperados  lo despiertan. El niño ha desaparecido, el guarda corre, la mujer lo sigue, pero la cartera se le engancha en la puerta de la jaula. Tironea y corre sin mirar. Aprovecha el gato para meterse entre los pies de todos. El guarda alcanza al  hombre que lleva al niño clamando:


—¡Es mi hijo!, ¡es mi hijo! —y ¡zas!, salta el gato y lo hace caer a arañazos.


Detienen al hombre en la estación donde un canillita repite:


—¡Suicidio en la estancia! ¡Empresario muerto!


Gerard comprende al fin: Elsie Bruno fue el gato. Ganó el funcionario. Por ahora.

sábado, 14 de diciembre de 2019

SUSPIROS




Este año, el primer viento de primavera ha dejado un colchón cerrado de hojas secas sobre todo el jardín. Está tan parejo y los distintos tonos marrón rojizo, negruzco, amarillento hacen dibujos tan sugerentes y bellos que más que  rastrillar y limpiar, y dejar el terreno preparado para un pasto fresco, verde, me dan ganas de pintarlo.


¿El colchón donde se recostará la vejez? Sí, en cierto modo esa es la imagen. Pero el recuerdo es el sonido de las hojas secas al quebrarse bajo los pies de una niña que corre y grita entusiasmada por el primer cielo azul, por el aire que la empuja y llena de alegría la vitalidad que la desborda. La niña que fui.


Suspiro resignada. Siempre suspiro ante las obligaciones cotidianas que me llevan a deshacer lo bello en pro de lo práctico.


No, me corrijo: suspiro siempre. En casa me llaman “la suspirosa”, porque es lo primero que hago después de abrir los ojos, cuando veo las noticias que hablan de un mundo en llamas ante el que  no queremos rendirnos, pero no sabemos cambiar. ¿Qué haríamos si lo hiciéramos nuestro, sin los otros? Desconozco el origen de mi hábito, pero sé que cuando lo registré como característica propia, me di cuenta de que pertenezco al aire tanto como él  me pertenece. Cuando aspiro, es mío en mis pulmones, así como cuando lo suelto y lo doy, pertenezco a todo el aire exterior.


Empiezo a limpiar. Alrededor de los troncos de los árboles, bajo las hojas secas hibernan todavía cientos de caracoles. Levanto uno que empieza a abrir la capa protectora que tejió. Va asomando como si se desperezara.


“Caracol, col, col,

Saca tus cuernos al sol”


cantaba mi madre cuando yo era bebé, mostrándome sus antenas mientras lo sostenía en la palma de la mano.


—¡Son plaga! grita mi hermana que acaba de aparecer en el jardín. Ella cuida las plantas y sus flores y se ocupa con dedicación de una parte del terreno donde cultiva algunas verduras,  “su huerta”.


Lo sé, lo sé… —respondo apenas, mientras le entrego el rastrillo.


Comienza metiendo caracoles en una bolsa para el primo que los salta con ajo y perejil, pero a medida que encuentra más y más , se desespera y grita como si los caracoles quisieran hacerle daño. Se enfurece, los pisa con rabia. 


Vuelvo a suspirar. Ítalo Calvino hizo que su Barón Rampante a los doce años  trepara a vivir para siempre  en las copas de los árboles por no comer los caracoles que había visto hervir vivos a su hermana. En este momento, envidio al Barón.


Rastrillo en mano, frenética, desesperada, se vuelve hacia mí  para que responda por ellos. Mi hermana es el dictador. Yo, la revolucionaria que dirige la rebelión de los caracoles. ¿Por qué, si no, han elegido nuestro jardín? Mi permisividad, mi “vivir y dejar vivir” deben ser responsables aunque ella no pueda explicarlo. No me hablará en todo el fin de semana.


A punto estoy de contestar enojada, pero reconozco su entrega y su cuidado por la huerta y las plantas. Soy la única persona presente, y ella tiene buenos motivos para defenderse de la plaga.


Decimos amar la naturaleza y vivimos destruyendo todo lo que no nos gusta de ella. A su vez, Madre-Natura se encarga de diversas maneras de nuestra destrucción.

¿Seremos siempre depredadores?


La dejo en su danza de bruja contra los caracoles, y entro a casa.


Otro suspiro. Este es más hondo.

                                   


jueves, 28 de noviembre de 2019

LA ESPERA









Cielo plomizo, nubes a la altura de los ojos,  necesidad de dormir al tiempo que la angustia no permite ni un segundo de descanso.

Como un rayo vuelve a la mente la palabra “preeclamsia”. Hace ya tantos años de eso. Su mujer en una camilla que corre como un relámpago a la sala de cirugía. Por entonces él fumaba. Y fumó como todos, para calmar los nervios que se tensaron más, para tener las manos ocupadas que no dejaron de temblar, para todo lo que  se mentía con el cigarrillo. Ahora piensa con qué mentirse. Algunos de sus amigos se embotan con alcohol. Tampoco sirve. Quiere estar despierto, despierto y desesperado. Claro, está el celular, sí, todos en el aeropuerto lo tienen encendido, también él, pero aunque intenta distraerse con algún juego, lo deja inmediatamente. Necesita noticias.

El aeropuerto  ruge en  sordina  como los truenos lejanos. Casi se alegra de estar solo.  Los que esperan en compañía se alimentan mutuamente la angustia y el temor.
«¿Se sabe algo más? ¿Hubo otro aviso? Por radio dicen que cayó un avión que venía de la cordillera…»

 Tiene ganas de gritar « ¡Cállense!» Piensa que sería mejor el silencio, pero siente que todo eso también está dentro de él; su hija, su chiquita, ¿dónde, cómo está? No  puede hacerse la última pregunta: «¿Volveré a verla?»

Por el altoparlante suena su nombre llamándolo a” Informes”. Corre como si se le escaparan y, ¡allí esta su niña!

Se abrazan llorando. Salen mientras ella  dice:

Perdí el avión, pero no pude avisarte. Vine en ómnibus y en  auto hasta aquí, porque sabía que estabas esperando.

Llega un viento que lo barre todo. Asoma un rayo de luz. Entonces, sonríe.

lunes, 11 de noviembre de 2019

EL SICARIO


Revisa una vez más su pasaje de turista a Tailandia, las fechas, los horarios, y elige uno de sus pasaportes falsos. Cree recordar que es de uno de sus muertos, de alguno de los que dejó dormido en algún café de aeropuerto porque el otro creyó reconocerlo o haber visto su foto en alguna parte. Unas gotitas en la bebida elegida lo adormecían; él  le sacaba el pasaporte y huía. Cuando, después de llamarlo innumerables veces el personal del aeropuerto  identificaba a su víctima, ésta ya estaba muerta y él volaba hacia algún  lugar remoto.


Alguna vez tuvo que improvisar en pleno vuelo. Hay gente tan insistente… Siempre alguien necesita entrar en conversación. En ese sentido se siente superior. Desde el primer encargo que lo llenó de dinero pero lo obligó a vivir más en el aire que en la tierra, supo lo que era la soledad hasta de sí mismo. Aprendió a no nombrarse ni con el pensamiento.


Ahora, retirado del oficio, vive en un espléndido rancho al borde de la selva, siempre bajo otro nombre. Sabe que Interpol lo busca, y esta mañana al leer el diario con la minuciosidad acostumbrada, encontró un recordatorio aparentemente ingenuo de familiares de uno de sus últimos muertos como suele llamarlos, que le indica que nunca creyeron en el ataque cardíaco que lo mató en vuelo y que siguen buscando testigos. Es mejor ausentarse un tiempo.


Habla con la mujer que lo acompaña desde que compró el rancho. Es una indígena sumisa y crédula. Sabe que  su hombre se dedica a los negocios importantes de los blancos, que a ella no le falta nada, y que solo debe atender su casa como la atendió siempre, cocinarle lo que le gusta y estar disponible para el sexo. Él no le pega, no le levanta la voz, no la maltrata. Muchas veces ni siquiera la mira, pero ella vive tranquila. Asiente, aunque él ya le da la espalda.


Ningún auto, ninguna motocicleta, ninguna bicicleta lo sigue. Todavía está a salvo.



                                                 ***

—¿No despacha equipaje, señor?


—No, voy por pocos días.


—Entiendo. Embarca por puerta  veintidós. Buen viaje.


La empleada casi no lo mira, pero su “entiendo” queda resonando.

 Compra una novela policial en el puesto de diarios y revistas, y va directamente al prembarque. Simula leer. Nadie le presta atención.


Ya en el avión, cede su asiento a una señora que protesta porque no le gustan las filas de cuatro pasajeros y quiere una ventanilla. Él por el contrario prefiere estar sobre el pasillo, y si el avión no va muy lleno, a su lado quedará algún espacio vacío.

Suspira. Por fin empieza a relajarse. Todo está en orden.


En el otro extremo de su fila se sienta un hombre de unos cuarenta años que parece no verlo. Ni bien las indicaciones de los cinturones de seguridad se apagan, el hombre reclina el asiento y se dispone a dormir. Él aparenta hacer lo propio, pero sabe que no puede descuidarse. Registra las caras de las azafatas y del comisario de abordo.

Se levanta al baño. ¿Habrá algún sospechoso? Se ríe de sí mismo, actúa como los que lo persiguen.


Un matrimonio de turistas jubilados, un ejecutivo metido en su ordenador, dos amigos o socios que beben sin parar. Todo tranquilo. Hizo bien en reservar el primer vuelo a un lugar tan lejano. Al parecer esta vez no tendrá que matar a nadie. Quizás hasta pueda tomarse vacaciones.


Cierra los ojos. Durante el viaje puede descansar. El alerta debe ponerlo sobre el aterrizaje.


Sin embargo, todo vuelve en el sueño. Dos crímenes por encargo y siete por temor a ser reconocido, infinitas millas de vuelo, viviendo en el aire hasta poder recalar en un rancho de lujo y soledad; y siempre las caras de los nueve asesinados atados como globos a la cola del avión que lo transporta. Siempre con él. Sólo en el rancho no los ve. ¿Habrá hecho bien en irse?


Las luces se encienden. Los cuerpos empiezan a moverse. Es hora. Bajar entre muchos, ni de los primeros ni de los últimos. Pasar desapercibido. Pero esta vez, los muertos no se van en cuanto abre los ojos. 


Se los refriega. Se despereza. Vuelve a mirar. A su alrededor, la señora que pidió la ventanilla, el ejecutivo del ordenador, los jubilados, los bebedores y las azafatas lo miran fijo mientras su vecino de fila dice:


Buenos días, Félix cerrando un par de heladas esposas en sus muñecas.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

PARAISOS PERDIDOS


                                                       









—¡Uf, día fatal en Estación Espacial!

—Hola

—¿Por qué llorás?

—Está muy mal.

—Contame.

—-Quiere irse al espacio en un cohete individual.

—Nosotros nos conformábamos con un auto y una botella de whisky.

—No, dice que quiere ir a otra esfera del tiempo donde no hay referencias, todo es igual, no hay nadie, entonces uno puede ver venir la muerte. Saborearla dijo, ¿te das cuenta?

—¿Saborearla? ¡Está loco o drogado!

—No, justamente, no quiere repetir lo que hacen sus amigos. Dice que no sirve para nada, que van más allá de la sensación y después se olvidan y terminan sin sentir ni reconocer nada. Y de los adultos dice que preferimos morir distraídos. Él quiere estar presente.

—Es la adolescencia. Se le pasará. Nadie quiere estar tan presente. Habrá que ver de darle algunas vacaciones en las que pueda conocer otra gente, otros modos de vida.

—¡Ojalá!

—Y yo tan orgulloso de un hijo brillante siguiendo la carrera espacial…. Hablaré a Houston, le pediré a Jerry que lo incluya en un viaje de turismo a Júpiter, por ejemplo.

—¿Y los afectos? No volverá, nos olvidará o estaremos muertos.

—Al contrario, se aferrará a nuestro recuerdo. Creció, busca su lugar. Seremos su paraíso perdido. Todos tenemos alguno.

—¿Te das cuenta de lo que decís? ¿Qué hicimos? Algo tenemos que ver. También giramos en esferas distintas.  Si al menos se dejara abrazar…

—Bueno, ya basta. Me cansé. Mejor, vayamos  a comer afuera.

Ahh! ¡Mirá! Ese cuerpo que cae, ¿no es…?

sábado, 8 de junio de 2019

PRUEBA DE AMOR













Ella preguntó:

¿Qué es la felicidad para vos?

Reconocerme en el espejo de tus ojos; hablarnos las veinticuatro horas; escuchar música todo el tiempo; ver los cielos y los hechos del mundo desde mi sillón; que baste  decir «quiero» para tener mi comida caliente; un auto en la puerta; no tener que hablar ni mirar a desconocidos.

¡Ah! dijo ella.

Al día siguiente, él recibió un regalo. La tarjeta decía: «Gasté todo lo que tenía en tu felicidad. Adiós.» 

En la caja encontró un teléfono móvil de última generación con una selfie de sus ojos.







domingo, 12 de mayo de 2019

EL COMIENZO



                                   








Despertó con una profunda tristeza. El esplendor del mundo en el que ellos dos amanecían cada día, parecía apagarse.

Nada necesitaban. Todo les era dado siempre renovado y brillante. También así, por un momento había sido la noche anterior. Solo ellos percibieron un fulgor que se movía entre árboles y  plantas. Los animales descansaron como siempre, sin alarmas. «Yo quiero», se dijeron  por primera vez. No fue obediencia, sino elección.

En ese mundo maravilloso en el que él era piedras, plantas y animales a la vez que todos ellos eran él, junto a la tristeza surgieron la culpa y el miedo. En derredor todo comenzaba a separarse, a reducirse.

Imposible volver atrás. No tenía coartada. El paso había sido dado sin saber qué perdía, y menos aún qué vendría. Sin embargo no podía comportarse como ella, tranquila, mordisqueando una fruta, mirando el horizonte con la seguridad de quien se siente capaz de poblar un desierto. Él necesitaba hacer algo, esconderse, disimular, antes de que el cielo  hablara. Cuando se encendió como un gran ojo con brillos de relámpago, y el trueno retumbó en la voz, él salió de entre los helechos y respondió:

No fui yo, fue Eva.


Y así comenzó todo.

sábado, 13 de abril de 2019

TIBURÓN-YACARÉ


«Aquí la policía intergaláctica. A todas las galaxias: Un estafador conocido como Tiburón por su gran voracidad, pero sobre todo por su capacidad para navegar el espacio a grandes velocidades casi sin emitir vibraciones de advertencia, parece estar dirigiéndose a algún planeta del sistema solar, probablemente Tierra.

Buscado por todos los sistemas de Intermundos, tenemos motivos para pensar que intenta volver a su lugar de origen donde cree que no será recordado ni reconocido.

Nuestros científicos alertan que, retrocediendo, es posible que su apariencia involucione a alguna forma de animal primitivo.

Solicitamos a las autoridades interplanetarias que nos comuniquen  cualquier anomalía en la naturaleza de sus planetas, tanto en seres más evolucionados como en animales, plantas o minerales.

Tiburón devora cuanto encuentra a su paso. En figura humana goza de gran capacidad de oratoria y poder de seducción. Desconocemos su comportamiento bajo otras formas.

Atención, no se lo mata por medios  tales como armas blancas, de fuego o similares, descargas eléctricas o explosivos. Querer atacarlo directamente puede provocar reacciones peligrosas.»
                                                             ….

«De acuerdo a lo solicitado por la policía intergaláctica a todos los sistemas de Intermundos, desde Tierra comunicamos que en el día de hoy recibimos el pedido de ayuda de una mujer encerrada en su cocina por haber visto en su jardín un animal parecido al cocodrilo pero de proporciones gigantescas,  también llamado yacaré.

El monstruo por el momento parece preferir mantenerse en la piscina del jardín aunque el largo de la misma no le permite estirar toda su cola.

La mujer  lo ha visto saltar hacia la ventana queriendo llamar la atención. Lo describe moviéndose a gran velocidad y con una agilidad asombrosa para su tamaño. Dice también que tiene una enorme boca parecida a una sonrisa, con dientes afilados, así como una mirada entre lánguida y cínica de ojos amarillos de los que se le ha escapado alguna lágrima.

Dado el peligro que corren, hemos evacuado a toda la familia.

Previendo que pueda tratarse de Tiburón, necesitamos indicaciones precisas para actuar.»

                                                          

« El Cuerpo Especial de Científicos de Intermundos pide encarecidamente a Tierra que intente mantener vivo el animal, sin exponer a seres humanos. Es muy importante poder investigar su transformación en vida.

Si se trata de Tiburón-Yacaré, los científicos creen que será muy difícil que un arpón o flecha con anestesia pueda penetrar el caparazón de escamas.

Proponen observar su comportamiento, especialmente qué plantas objetos o animales pequeños elige para alimentarse y cuales evita a toda costa.

Envíen información cada tres horas como máximo.

Cualquier solución propuesta por el Cuerpo de Científicos de Intermundos les será comunicada inmediatamente.» 
                                                          

—¡Joder, hay que ver lo que come este bicho! A este paso se van a quedar sin casa.

¡Menos mal que los sacaron de ahí, si no ya se los habría devorado!

Pero fíjate bien, esto es increíble…

¿Qué cosa?

¿No lo ves? No ha comido ni las rosas, ni las lavandas ni las margaritas.

¿Crees que será porque no le gustan, o porque le gustan por demás?

Será que no le gustan o le hacen mal. Este no se priva de nada, hombre.

Avisemos antes de que se haga noche. No sabemos si duerme o ve mejor que nosotros.
                                                          

«El último informe del Cuerpo de Científicos de Intermundos, dice que es probable que Tiburón-Yacaré rechace todo aquello que represente lo opuesto a sus características. Sugiere que se haga una prueba de adormecimiento con elementos vivos que simbolicen virtudes entre los humanos de Tierra.»
                                                          

—¿Qué son, científicos o supersticiosos?

Son científicos, tonto. Con nuevas experiencias prueban antiguas intuiciones. Busquemos en el ordenador…

Lavanda: su perfume tranquiliza, adormece y calma el dolor en golpes localizados. Margaritas: según el color despiertan sentimientos de lealtad, amor, fidelidad, alegría de vivir. Rosas: se las conoce como símbolos de la pureza espiritual.

—Entonces, probemos también nosotros. Hay que conseguir  ante todo un cargamento de lavanda a ver si se tranquiliza; si es cierto, lo taparemos de rosas y margaritas.

O sea que un sinvergüenza que ha estafado a todo el universo, en vez de ir a parar a un cajón, volverá al Centro Científico Espacial envuelto en millones de flores.

No sería la primera vez. Pero no es un premio sino un remedio.

Tal vez algún día plantas y flores curen galaxias.

miércoles, 13 de febrero de 2019

LA OFENSA



                                                                  "Yo quiero morir conmigo
                                                                   sin confesión y sin Dios,
                                                                   crucificao en mis penas
                                                                   como abrazao a un rencor."
  
                                                       Tango de Rossi y Podestá






El viejo entra a la cocina y se sienta  a la mesa suspirando. Tiene la respiración fatigosa, mira  a su hija que le da la espalda mientras trajina, y busca con los ojos al gato de la casa. Nadie parece reparar en él.

De pronto su mirada cae sobre una bolsa de comida que lleva impresos el nombre y la dirección del almacén. Sobreviene una catarata de furia. Tembloroso pero de pie, comienza a gritar:

—¿Cuántas veces he dicho que nadie de mi familia debe pisar lo de Giménez? Ese hombre me ofendió, jamás se disculpó, me obligó a cambiar de casa y de barrio para no toparlo; con su ofensa nos forzó a dejar todo lo que habíamos construido con tu madre y a reducirnos poco menos que a una pocilga, y ahora vengo a enterarme que mi hija y mi nieta compran en su negocio y le dejan ganancias. ¿Qué soy yo, idiota?

Y así continúa un largo discurso de rencores donde el sentimiento de humillación ocupa el lugar principal. Eso sí, nunca menciona la ofensa.

Su hija se mantiene de espaldas, en silencio, mientras él se desgañita enloquecido.  Sin embargo el hastío la vence.  A más de cuarenta años de una situación cuyo origen desconoce pero que la acompaña desde siempre, también ella comienza a gritar:

—Así que te sientes idiota ¿eh? Pues nosotras, desde mi madre hasta tu nieta deberíamos sentirnos cucarachas viviendo en los rincones que no ves. Perdí mis compañeros de escuela, dejé de ver a mis amigas, mi madre y la mujer de Giménez se veían a escondidas para que los señoritos no se molestaran; tu nieta no puede ser amiga de la suya porque algo, no sabemos qué, ni cómo, ni cuándo te ofendió. Pues te aviso, hace mucho que esto acabó, compro en lo de Giménez porque es más barato, de buena calidad, y sobre todo porque me da la gana. ¿Clarito?

Son días bochornosos, pesados, de soles que taladran el cráneo y ciegan los ojos. No obstante el viejo, indignado, toma su bastón y su sombrero y se aventura al calor del mediodía, justo cuando Alina, su nieta, está llegando a casa.

¿Dónde va, abuelo? Hace demasiado calor, le va a hacer mal.

No quiero  estar con tu madre, y mucho menos comer su comida. Compra en lo de Giménez.

Alina suspira y resuelve acompañarlo. Le apena que tanto misterio y tanto odio descontrolado cada vez que se los nombra, no lo dejen descansar en paz. A veces piensa que ni lo dejan morir.  La ofensa es algo que no suelta, que guarda en el puño como para seguir sabiendo quién es.

Lo lleva del brazo por la sombra hacia a la plaza, a que se siente un rato bajo los árboles. Pero al llegar, el viejo ve en el lugar más fresco a su archienemigo. Se suelta del brazo que lo sostiene y se pone a caminar todo lo que le dan las piernas, bajo el sol. La muchacha lo sigue apresurada, apenas hace a tiempo para sostenerlo cuando las rodillas de su abuelo se aflojan, los ojos se le salen de las órbitas, boquea, la piel se le pone violeta.

Al llegar a casa, Alina avisa a  su madre  que lo acuesta, trata de calmarlo y confortarlo, pero él amenaza pegarle en cuanto se le acerca. 

Con una toalla empapada la nieta le refresca frente, nuca, pecho. La respiración se calma. Lo deja dormir.

Cuando despierta, tranquilo y lúcido, ella pregunta:

¿Cuál fue la gran ofensa, abuelo? Cuénteme.  Se aliviará.

Con la mirada  perdida, el viejo musita:

Ya no me acuerdo…

sábado, 12 de enero de 2019

CUANDO HUENU-CHAO ECHÓ A RODAR EL TIEMPO


—Laku, laku, tengo miedo! Se puso negro el cielo.

—Venga m´hijito, arrímese al fuego. No tanto, no se me vaya a quemar. Y no grite que Huenu-Chao se enoja si se hace mucho ruido.
¿Usted sabía que hace mucho, mucho, el tiempo estaba quieto con todos los inviernos y todos los veranos iguales; si moría un Nahuel nacía otro con las mismas manchas, y las flores de amankay se marchitaban para que nacieran otras idénticas de la misma rama?  Por entonces había además otro Lanín al lado del de ahora, pero mucho más grande.

¿Cómo desaparece una montaña?

Resulta que una vez andaba un cuis, ratón sin cola, medio perdido buscando hierbas en la base del Gran Lanín cuando se le aparecieron unos salamanqueros queriendo sombras. Ellos siempre necesitan más para agrandar la oscuridad, pero lo peligroso es que si roban la sombra de un animal o de un hombre, ese tiene que seguirlos a la salamanca para siempre.
El cuis  temblando les dijo: «Yo doy poquita sombra compañeros, pero en aquella cueva hay un dragón enorme. Si me ayudan a vencerlo, van a llevarse para aumentar lo negro del socavón hasta hacer bailar a Huecufü.»
A los diablos les gustó el trato,  y el cuis con mucho cuidado entró a la cueva del dragón y empezó a mordisquearle la cola. En cuanto el dragón despertó, el ratón salió y le habló escondido entre unas piedras: «Antes de comerme, ¿no querría jugar una chueca con ventaja? Usted vale por doce y yo, ya ve, ni cola tengo.»

El dragón  pensó  «este es cuis comido», y aceptó.

Pero, ¿qué es una chueca, laku?

Los antiguos no tenían baraja y les gustaba jugar corriendo como a usted. Era entre muchos, con palos y pelotas de cuero. El caso es que el cuis era mucho más rápido y podía agarrar los palos y tirar las piedras con más habilidad. Además los diablos sin hacerse ver, jugaban de su lado. El dragón se movía muy despacio, le costaba levantar las patas, y cada piedra que tiraba iba demasiado lejos. Así, el cuis ganó la partida y salió corriendo a esconderse en su madriguera.
Furioso, el dragón empezó a echar fuego y quemó todo lo que había alrededor; pehuenes,  calafates,  notros. La tierra quedó más negra que ese cielo que lo asusta, seca, reseca. Ni cuenta se dio el bicho de que los salamanqueros le habían robado la sombra.
A la mañana siguiente, el Nahuel desde una piedra y el Ñanco sobrevolando, miraron horrorizados la quemazón. 

No se daña así a la Mapu.

Ahí no más se pusieron de acuerdo. Ni bien el dragón volvió a salir de su cueva, con buenas palabras le ofrecieron llevarlo hasta la madriguera del cuis para vengarse.
El Ñanco volaba cruzando camino y el Nahuel iba al lado del dragón, no muy cerca y siempre sobre piedras. Al llegar a la boca del Gran Lanín, el Nahuel rugió, «allá, bien abajo, encontrarás al cuis.»
Así fue como el Gran Lanín pasó todos los días que le quedaban sacando humo, echando chispas. El dragón tiraba piedras, hacía temblar la tierra y bramaba como cien vacas, queriendo salir como fuera; pero su sombra estaba atrapada.
Hasta que un buen día Huenu-Chao  se cansó. Sacó su mano, empujó la rueda, de un golpe lo dejó plano, y el tiempo echó a rodar. Desde entonces todo empezó a cambiar.Quedó un solo Lanín que está quieto y callado. Ya ni las estaciones, ni los animales, ni los hombres son siempre iguales. Van corrigiéndose con el movimiento del tiempo.

¿Y Huecufü y los otros diablos, laku?

Andan bajo otros volcanes. A veces echan humo y cenizas y hacen temblar la tierra, pero Huenu-Chao no ha vuelto a enojarse tanto todavía. No sabemos qué hará cuando vuelva a empujar la rueda.
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Amankay: Vocablo quechua que designa una planta de la familia de las amarilidáceas difundida por todo el continente americano. En la Patagonia se la conoce también como Liutro o Pultro.
Calafate: Arbusto espinoso de hasta 2,550m de altura; produce un fruto azulado con el que se hace chicha o dulce. Sus raíces se usaban como tintura para los tejidos. Crece en la cordillera desde Catamarca hasta Tierra del Fuego.
Chueca: Juego mapuche en el que intervienen doce personas por cada equipo. También lo llaman palín. Tiene cierta familiaridad con el jockey.
Huecufü: El espíritu maligno más poderoso. El Diablo.
Huenu-Chao: Uno de los nombres de la principal deidad de la cosmogonía mapuche. Padre del Cielo.
Laku: abuelo.
Lanín: Volcán ubicado en el límite entre Argentina y Chile, en la Cordillera de los Andes.
Mapu: La tierra de los mapuches (lit. gente de la Mapu)
Nahuel: Tigre americano, actualmente desaparecido.
Notro: Arbusto de hasta 9 mts. de altura con flores rojas. También llamado ciruelillo.
Ñanco: Ave semejante al halcón o al águila, de pecho blanco y espaldas pardas. Se la considera un ave sangrada, mensajera de Dios y agorera para jornadas  de camino.
Pehuén: Conífera que alcanza hasta los 40m de altura. Su fruto es el piñón. Árbol de gran importancia religiosa y económica en la cultura mapuche.
Salamanca: Cueva en lo profundo de los cerros y montañas donde habitan los diablos y otros espíritus malignos.
Salamanqueros: Espíritus del mal, diablos y brujos que habitan en las salamancas.