Apenas habían pasado dos horas desde que subí el relato al blog, y lo puse en el Correo del microrreto del mes, cuando encontré estas líneas del poeta argentino Mario Trejo (1926-2012):
Todo termina/ Todo perdura/ Y amar sin embargo.
Creí que valía la pena compartirlas.
LA MUERTE DE
LA SOMBRA
−Madre, ¿me ayudas a enterrar estos dinosaurios que ni
nombre tienen ya?
Parece la pintura de un impresionista. Sentada junto a
la ventana dormita o acaso recuerda con una mano sosteniendo la cabeza; sin
embargo al oír a su hija abre los ojos y sonríe.
La hija carga varias carpetas enormes forradas en cuero.
−Están juntando tierra, ocupan muchísimo lugar y ya
nadie sabe quiénes son.
−Es verdad. Ni siquiera yo conocí a la mayoría, menos
lo sabrán tus hijos y tus nietos. Sé quiénes fueron por las historias de mi
madre. ¡Vamos, a despedirse!
Pasa la tarde entre antiguas cartulinas con fotos
pegadas y algunos nombres, fechas, historias. Una mujer mayor de labios finos,
apretados, mirada severa aunque algo
triste, luce un camafeo con una perla en medio de un gran cuello de encaje.
−¿Y ésta?
−La tía Mercedes. Dicen que no quiso casarse por cuidar
a sus sobrinos, aunque su hermano volvió a casarse y siempre vivió con ellos.
Lo curioso es que su pretendiente tampoco se casó e iba todas las semanas a visitarla.
−¡Qué romántico! –ríe
la hija.
La madre la mira con ternura y dice:
−Sos un río de agua cristalina.
Entre tantas, la hija reconoce a su madre muy joven
junto a un muchacho.
−Este no es papá. ¿Quién era?
−No me acuerdo.
−Fecha:1958 Rada Tilly.
−Ah, mi primer novio, entonces.
−¿Cómo se llamaba?
Un silencio. Un intento. Nada surge. Al cabo:
−Sabés, las sombras se deshacen ahogadas en el agua.
(247plbs. Sin el título)