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EL GRAN
BONETE
Esa mañana, la revive como si fuera hoy, al entrar al
despacho del Director del diario local con el café y las habituales medialunas,
lo encontró mirando las noticias del día por televisión. Le hizo un gesto de no hablar y
otro de sentarse junto a él. En la pantalla se leía: ÚLTIMA NOTICIA, en tanto
el periodista de turno recitaba:
—“Parece que al Gran Bonete se le
han perdido unos millones y no sabe quién los tiene. Desde ya, no nos
corresponde adelantarnos a las investigaciones propias de la justicia pero… (aquí cambia el tono de voz hacia un registro más
suave casi cómplice con el oyente) teniendo Mengueche tantas causas
abiertas por posible corrupción, no sería de extrañar que…Bueno, habrá que
esperar la palabra de la justicia.”
El Director suspira molesto, bebe un sorbo de café, apaga el televisor y
enciende la radio.
—“Ante
acusaciones infundadas rayanas en la maledicencia contra Mengueche,
RADIO LA CONTRA ha querido escuchar su versión de los hechos. Esto dice:
—¿Yo, señor? No, señor.
—Pues, ¿quién los podrá tener?
—¿Por qué no investigan al ministro Fulano y al
subsecretario Perengano tan cercanos al Gran Bonete. Habría que preguntarse por
esas vacaciones en dudosos paraísos o
por los aviones que viajan a islas no tan vírgenes por motivos desconocidos
para la población.
(Ahora es el locutor
quien cambia el tono de voz sin abandonar su creciente indignación): —Tal vez sería bueno
recordar a la audiencia los negociados en el tráfico de armas descubiertos hace
unos años donde no sólo Fulano y Perengano estaban muy comprometidos sino que
cuando Zutano fue a contárselo a Magoya todo quedó en la nada”.
Dos minutos después en la red social X, Fulano se indigna con las
calumnias que Radio La Contra desparrama. Sus viajes se deben a encuentros programados
con expertos de las finanzas de todo el mundo, en pro del desarrollo económico
del país. En cuanto a las denuncias del pasado, recuerda a la población que fue
sobreseído por falta de pruebas.
El Director sacude la cabeza y sonríe entre el asco y el cansancio.
—No sé si vamos a tener pan y circo, pero circo,
seguro.
*
Sí, fue ese el momento en el que dejó de ser el che-pibe del diario
local para empezar su camino de investigador-espía. El Director habló mucho. Él
preguntó lo necesario. Viajaría a la Capital pagado por el Director mismo.
Debía buscar documentos, oír conversaciones, espiar dormitorios,
amigarse-pero-no tanto con algunos colegas, aprender a diferenciar pistas
falsas que tratarían de desviarlo de su objetivo, de las verdaderas que
vendrían envueltas en conversaciones casuales o en alguna palabra escrita en la
pared de un baño público. No podía confiar totalmente en nadie, ni en Marisa,
secretaria del Director, muy propensa a dejarse llevar por el “yo sé cosas que
la gente no sabe”. Luego, volvería con todas las pruebas y se las entregaría a
su jefe. En una palabra, debía aprender la soledad y el silencio. Pero eso era
su raza, el problema era aprender a mentir.
—Cuídate del Poder, corrompe por proximidad, — fue lo último que oyó mientras subía al tren.
Hizo cuanto se le pidió y más. Para no confundirse en la maraña de
hechos y personajes, fue dibujando un esquema con un código que llevaría mucho traducir: Fulano, tráfico de
armas; Perengano lavado de dinero en países remotos; Mengano tráfico de órganos
y de niños; Zutano tráfico de drogas y pedofilia; Mengueche negocios
inmobiliarios en sociedad con comunidades religiosas; ni siquiera Magoya quedó
del todo limpio, se dudaba del oportuno silencio de la Justicia bajo el manto
del obligado silencio de investigación.
Así, dado que el dinero se inventó para equiparar intercambios de bienes y males, un buen día se encontró con una suerte de araña de patas largas
o de caminos que confluían en una sola circunvalación. ¿Quién? (Ya lo habrás adivinado querido lector…) ¡El
Gran Bonete!
Pero, para cuando volvió a su pueblo el Director había muerto.
Guardó grabaciones y documentos que eran pruebas irrefutables, también
algunas fotos y noticias públicas aunque éstas estaban en todos los medios,
pero in memoriam del Director se permitía sonreír irónico ante imágenes de
índices en alto reclamando castigo a los culpables que no fueran ellos,
amenazando con llegar hasta las últimas consecuencias, asegurando que llevarían
al país a ser moralmente impoluto. Pensó en escribir un libro con todo eso,
pero si quería sobrevivir, debía dejar pasar el tiempo hasta que las aguas se
aquietaran. Se convirtieron en objetos
amontonados en un ático polvoriento.
Un año de elecciones, cuando los políticos florecen como la primavera,
alguien lo llamó:
—¿Te acordás de mí, che? Juntos destapamos ollas del
Gran Bonete, Sé que tenés muchas pruebas contra él, y Mengueche necesita ser
revindicado para arreglar el lío que
deja éste. Si publicaras lo que sabés del Gran Bonete, le harías un gran favor
y Mengueche sabe agradecer a sus amigos. ¿Qué te parece la idea?
—No es para mí. Sobran pruebas contra el Gran Bonete
pero también contra Mengueche, Fulano, Mengano, Zutano, Perengano y otros, lo
sabés bien. Y no sólo puedo mostrarlas yo. Si has venido a buscarme es porque
vos y tantos otros saben tanto como yo, pero no quieren exponerse. Además sería
recalentar cadáveres para seguir con el juego de siempre, cuando el registro
histórico debería servir para avanzar, no para alimento de ratas de biblioteca.
—Mirá que esos pensamientos son pura teoría y pueden
volverse en tu contra. ¿No te preocupa que se diga que defendés a Bonete o que
alguno de los nombrados se enoje contigo y tengas consecuencias?
De pronto, la voz del viejo Director resonó en su cabeza: «cuidado con
el Poder, corrompe por proximidad». Fue suficiente.
(955plbs)