domingo, 12 de octubre de 2025

NEW YORK - NEW YORK

 



  NEW YORK- NEW YORK

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一¿Y entonces…?

一Ya en la puerta del dormitorio la realidad la atraviesa como un rayo: su abuela es un lobo. Antes de que la bestia salte a devorarla, corre hacia los techos. Las sirenas son aullidos cada vez más cercanos. Su capa de plástico impermeable no es como las amarillas más comunes, sino de un rojo apagado. Eso  ayuda a que se mimetice con el rojo ladrillo de los edificios antiguos y vuele por las escaleras exteriores hacia la calle, buscando escapar. Un pensamiento pasa raudo como una nube: ¿Animal de qué especie es la madre que la envía entre los lobos?


   Son barrios apartados donde un muchachito  toma el arma de su padre,  entra a la escuela y comienza a disparar. Gente como uno se consume de dolor y culpa por la muerte del hijo, en tanto en la esquina un pronto Santa Claus vacía  calabazas que venderá en Halloween, mientras practica su siniestro «ho, ho, ho» para  un paseo invernal en rojo Coca Cola tratando de hacer sonreír a niños que lo miran entre el asombro y el pavor.

   Algo más allá, en un bar oscuro y miserable Al Pacino mata por primera vez en su camino a convertirse en El Padrino.

   Sigue escaleras abajo pero ahora es el metro. Gente en los andenes  intenta entrar a los vagones empujando a los que ya están aplastados contra las puertas; y ratas, y más ratas corriendo entre los rieles buscan el camino a los desagües.


   Aparece en Harlem. Por un momento piensa que la salida puede estar cerca: De una iglesia pequeña sale una voz poderosa que canta «Sometimes I feel like a motherless child far away from home». Sin embargo, al instante ve en la calle a un policía apaleando a un hombre que acaba de tropezar con él. Un lobo  entrenado por lobos. Vuelve a huir.

   Wall Street, imponente, gigantesca, dura. La única humanidad que percibe es la de Audrey en Tiffanys enfundada en guantes negros, con una larguísima boquilla entre los labios. Bella y serena.

    De pronto se encuentra en el Central Park con gente que corre en zapatillas. 

Aunque ni lo conoce ni lo conocerá jamás, en su mente aparecen las palabras Intimidad de los Parques de Julio Cortázar. ¿Quién será? ¿Qué hace en su cabeza? Algo quiere avisarle. Pero las palabras se borran. 

   Ve a Forrest Gump en un banco relatando cómo también él aprendió a correr para salvar su vida, hablando de su amada Jenny, la niña abusada por su padre.

   Ríos amarillos corren por la senda al borde de la acera guiados por conductores de largos colmillos y ojos rojos, atentos a quien los detenga. ¿Podrá haber alguno que sea  el Taxi Driver de De Niro?

   A todas las alturas, luces  que roban el alma  ofrecen las cosas más diversas en todos los colores y tamaños posibles; y gente, gente, gente que compra y compra en el temor de perder la increíble oferta, tirando dinero contra las vidrieras.


    No, no está a salvo. 

   En un balcón de Broadway alguien toca a Glenn Miller, sin embargo en los teatros siguen representando Un Tranvía llamado Deseo. También en el Actor’s Studio hay lobos en piel de cordero.

   No entres al MOMA, es una trampa. Tu perseguidor puede esperarte tras una columna o aparentando mirar un cuadro.


   En St. Patrick se ha casado la hermosa pareja que por ambiciones paternas iniciará generaciones  de poder y de muerte. De frac, alhajas brillantes, sale esta jauría aullando en risotadas. Es verdad que también está La voz para cantar A mi manera, pero entregada a ellos. Nunca podrá ser la suya.

   Marilyn se detiene sobre el respiradero del metro. El aire al pasar levanta la falda que sostiene sonriente. Todas las jaurías de la ciudad se abalanzan sobre ella hasta dejarla moribunda tratando de pedir auxilio. 

   Un poco más allá, Lennon recibe su balazo.

   Llora con la tristeza de una lluvia que no es mansa sino infinitamente cansada. Quisiera aullar, pero teme convertirse en uno de ellos. Un mendigo casi descalzo arrastra los restos de unos zapatos demasiado chicos para él. Va comiendo una hamburguesa que chorrea por su barba. Casi sin mirarla, como temiendo asustarla, le dice:

—A la desembocadura, niña. Al sur y hacia el este. ¡A la estatua, que se hace noche!

   Cree haber llegado por fin pero, oh desilusión, la Libertad es hueca. Sin embargo, por unas horas será su lugar de descanso.

Al amanecer, la voz de Walt Whitman vuelve a ella: No desfallezcas si no me encuentras pronto/ si no estoy en un lugar, búscame en otro/ en alguno te estaré esperando.

Irá más allá del sol.

—Pero, todo eso, ¿es cierto?

—No lo sé. Nunca estuve en Nueva York.


(801 plbs)