« Espléndida
ante todo. Matías me va a oír. ¿Qué se cree? Pero tengo que estar como para que
se desmaye. Ah, menos mal que estos ascensores tienen espejo».
Sara sigue alimentando su convicción y su discurso mientras termina de acomodar la melena ante el espejo. Gira apenas y pulsa el botón de la planta baja. Fin de la jornada laboral. Comienzo de la jornada personal. Primero que Matías la oiga y –ojalá- después de las disculpas que ella espera, lleguen los cuidados y los mimos, pero no piensa aflojar. Después correr a su casa. Agustín y Javier están con Margarita que debe volver a atender a los suyos.
Sara sigue alimentando su convicción y su discurso mientras termina de acomodar la melena ante el espejo. Gira apenas y pulsa el botón de la planta baja. Fin de la jornada laboral. Comienzo de la jornada personal. Primero que Matías la oiga y –ojalá- después de las disculpas que ella espera, lleguen los cuidados y los mimos, pero no piensa aflojar. Después correr a su casa. Agustín y Javier están con Margarita que debe volver a atender a los suyos.
El ascensor
da un salto parecido a un respingo y se detiene. Sara, impaciente, pulsa varias veces la botonera. Prueba en distintos pisos. No
arranca.
Pulsa el botón de alarma que resuena como la sirena de una ambulancia. Pasa un rato. Nadie.
Pulsa el botón de alarma que resuena como la sirena de una ambulancia. Pasa un rato. Nadie.
Segundo
intento completo, tocar todos los botones y luego la alarma. Nada. Tercer
intento, sólo la alarma pero dejar el dedo en el botón tanto tiempo como para que el mundo la
oiga, se enloquezca y responda.
Silencio.
Es probable que todos se hayan ido ya. Era
tarde cuando terminó de ordenar su escritorio.
Veamos, ella es una mujer segura y razonable. Sólo hay que llamar al 911…
Veamos, ella es una mujer segura y razonable. Sólo hay que llamar al 911…
── Buenas tardes, estoy encerrada en un
ascensor.
── …
── Sí, Corrientes… no me acuerdo el número. Es la Compañía de
Seguros El Imprevisto, debe ser altura
al quinientos.
── …
── ¿Cómo que
van a demorar? ¿Otro incendio en la
Reserva Ecológica? ¿Cuánto tiempo? Por favor, el encierro es terrible.
Segundo paso, avisar a
Margarita.
── Margarita, hola. ¿Todo bien? Es posible que
llegue más tarde. Estoy encerrada en un ascensor de la oficina y el 911 dice
que los bomberos van a demorar por un incendio en la Reserva Ecológica. No les digas a los chicos, no quiero que se asusten.
── …
── Sí Marga yo sé, pero aguántame por favor. Voy a llamar a
Sergio a ver si puede reemplazarte.
── Hola
Sergio, ¿podrías ir a casa a reemplazar a Margarita…
──…
── ¡No me creo nada, estoy encerrada en un
ascensor, estúpido! Ya que interrumpís, al menos preguntá.
── …
── Ah claro,
el solterito tiene sus compromisos y no puede suspender nada cuando sus hijos
lo necesitan.
── …
── ¿Y cómo
querés que te demuestre que estoy encerrada en un ascensor?
«¡Pelotudo!»
«Ahora me toca Matías…»
── Hola,
¿cómo pudiste hacerme eso? ¿Qué tal irte
a tomar café con la íntima amiga de tu pareja? "¿Ayer un juramento, mañana una
traición?"
── …
── Anda al diccionario, pibe. Traición,
perfidia, infidelidad, mala fe, ¿querés
más?
── ¿Que sólo
la viste entrar al café y la invitaste a tu mesa porque es mi amiga? ¿Me lo
jurás?
Los sollozos
se le atragantan. Siente arder las mejillas. Se mira al espejo. Está roja.
── ¿Qué te
pasa, nena?
Le parece
que oye la voz de Matías por primera vez. Todo lo anterior fue una rara reverberación en su cabeza.
── Estoy encerrada en un ascensor de la oficina, los bomberos no llegan, me duelen los pies, quiero llorar y necesito sentirme querida y
segura.
── Sacate los zapatos, sentate en el piso. Sí, ya sé que está sucio; el sábado salimos y te comprás algo nuevo. Ahora tranquila, yo
reclamo. Vas a ver que llegan enseguida.
Se cae la
burla, la ironía cargada de bronca. Ya no quiere retar ni pelear. Empieza la duda. ¿Y si por la bendita
Reserva Ecológica se olvidan de ella? ¿Y si Sergio no hace nada y Margarita
tiene que irse? ¿Y si Matías no consigue hablar? Se ahoga. Ya debe estar azul
por la falta de aire.
Apenas lo
piensa, el miedo se instala en un temblor incontrolable. Oye a su abuelo diciendo “Lo único seguro que
tenemos es la muerte y es lo primero que olvidamos”. ¿Qué va a ser de Agus y Javier? ¿No va a verlos más? ¿ No más abrazos? ¿No verlos crecer?
No puede
parar de llorar. Se ve gris. Malditos espejos. Cierra los ojos.
Le parece que duerme, pero el recuerdo de Sergio sacando del río a
Agustín escupiendo agua durante unas vacaciones juntos le dibuja la primera
sonrisa de la tarde. Y cuando piensa en Matías conteniéndola, haciéndola reír, aparece la segunda. Se ha ido el temblor.
¿Voces?
¡Voces!
── Tranquila
señora, ya la sacamos.
Lentamente, el
ascensor empieza a moverse. Se detiene. Dos bomberos rompen el encierro.
Alguien de blanco le pone un cuello ortopédico. La suben a una
camilla.
── ¿Es
necesario?
── Protocolo.
Cuando por
fin salen, Agustín y Javier corren hacia ella y Sergio camina detrás. Sara
acaricia a sus hijos. Mira a Sergio y le dice:
── Sos un
buen padre, vos.
Más allá
está Matías con sus zapatos y su cartera en la mano. Se acerca, la besa y
murmura:
──
Querida y segura.
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