Deja el
barco y avanza por la playa. Todos lo esperan festejando de antemano su
fracaso. Aunque se trate del matador de monstruos, nadie puede con el
minotauro. Tras su segura muerte, Creta seguirá devorando vírgenes y jóvenes
atenienses para vengar, por mucho tiempo más, la muerte de Androgeo.
Minos lo
recibe con un banquete digno de su fama de héroe.
Ariadna recostada
junto a Dédalo, lo ve entrar y reconoce inmediatamente el instrumento que la
llevará a poder elegir su propio camino. Pero antes debe seducirlo. Habla a
Dédalo al oído y él asiente. Luego, se dedica a enamorar al forastero.
Teseo ríe
seguro. Él no necesita enamorarse, le
basta con aparentarlo. Es bello, mata monstruos y las mujeres se rinden a su
paso. Pero Ariadna, hija de quien es capaz de recibir indicaciones del propio Zeus, y de una maga promiscua y
perversa que ha dado a luz al minotauro, sabe leer en los hombres y en las
estrellas.
Él necesita
ayuda, y ella necesita de él para alejarse de lo monstruoso. Ama la vid, el
vino y su inspiración. Ama la libertad que como mujer e hija del rey, no puede
permitirse por ahora.
—— Tú sabes cómo, Dédalo. El laberinto es tu obra.
—— Pero Ariadna, ¿estás segura? ¿Irías como extranjera a Atenas, nuestra
enemiga?
Además, ambos tendríamos mucho que perder aquí. Tu padre me recibió en
un momento peligroso de mi vida. Le estoy agradecido…
—— No llegaré nunca a Atenas. Él traiciona. Creerá traicionarme y
traicionará a su padre. He visto las velas negras sobre los ojos de Egeo. Pero
aunque no lo creas será mi hermana Fedra la que le hará saber qué es ver morir un hijo. Todavía no entiende
que el precio de matar monstruos es que algo de ellos se grabe en su alma.
—— ¿y tú?
—— Me creerá dormida y no sabrá que fui yo quien pidió a Bóreas que
empujara sus velas negras. Dirán que lloré y no será cierto. En Naxos está mi
destino. No sé más. Lo afrontaré. Estoy cansada, Dédalo, de esta isla de
amores bestiales. Quiero el cielo de estrellas. Quiero mi libertad de
elegir.
—— ¿Y si no lo mata?
—— Lo matará, lo matará. Eso sabe. Y también a ti puedo verte. Acumula la
cera de los panales, te hará falta.
Dédalo
finalmente se rinde y entrega a Ariadna un ovillo de hilo de plata que brilla
en la oscuridad.
—— Esto es el salvoconducto…
—— Ah, ¡gracias! Ya vislumbro mi horizonte.
Ariadna
entrega el ovillo al héroe y va a esconderse al barco.
Teseo no pregunta
el origen ni el precio. Salva a sus compañeros y sale del laberinto con los puños empapados por la sangre del minotauro. Sonríe y comienza a hacer planes. ¿Quién va a
pensar en el color de las velas?
Entretanto,
Dionisios encarga a Hefesto su regalo de
bodas.
Las panteras
devoran cielos y mares. Ariadna, sin saberlo, espera al dios enamorado que porta una corona que
resplandecerá en el cielo con su nombre.
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