El viejo
Elpidio y el loro Pico-Pico abrigado en
la capucha de la campera de su dueño hacen su paseo diario por la bahía.
Elpidio va marcando sus pasos en la arena húmeda al ritmo de su pena,
repitiendo incansablemente «también esto pasará»; para escuchar de Pico-Pico,
luego de un largo silbido, la respuesta que él mismo le ha enseñado: «o nosotros
también pasaremos con esto»..
Veinte años
hace que se renueva esta ceremonia en días soleados y sin viento después de que
Elpidio, guardián del Museo del Fin del Mundo, termina de limpiar la Sala 3, la
de recuerdos del presidio más austral de la tierra.
El viejo es
guardián de lo que fuera una cárcel como la que aloja desde hace ya mucho
tiempo a su hijo mayor que, al oír la
sentencia que lo condenaba por el asesinato de su hermano, giró la cabeza hacia
él para mirar con soberbia y menosprecio las lágrimas que empapaban el rostro
de su padre.
Acaso equivocado, Elpidio cree que si su hijo
reconoce el pleno significado de sus actos, el dolor constante de su corazón de
padre pasará. Él no puede juzgar como el resto de los hombres: tantas puñaladas cuestan tantos años; por tal o cual parentesco se sumarán tantos otros. Lo que el viejo Elpidio tiene
siempre ante su alma es que alguien de su sangre por pura codicia o tal vez por
la envidia de sentirlo más cerca de los dioses, fue capaz de quitarle la vida a
su otro hijo; y ese crimen los ha dejado abandonados a los tres. Al muerto, sin
su voluntad y sin destino. Al criminal mismo, enfrentado al espejo de su crimen, confinado al olvido o al eterno reproche de
los otros. A todos, en el vacío de una
posible descendencia que les otorgara un futuro y quizás el ejercicio del amor.
Ah, no sabe
qué duele más, si la ausencia del hijo muerto o la acción del hijo vivo. ¿Cómo
dejar de quererlo? ¡Tan solo y con semejante
peso sobre sus espaldas! Tal vez la mirada soberbia fuera apenas una defensa
ante los jueces arrogantes e impiadosos.
En estos
días se cumple el término de la condena y Elpidio espera no que vuelva, porque es demasiado esperar; no que diga
«perdón», porque es demasiado pedir;
Elpidio sólo sueña con una carta que
diga «Me equivoqué. Hice daño.» Y por
eso sigue repitiendo «también esto pasará» aunque Pico-Pico responda «o
nosotros también pasaremos con esto».
Sí, Elpidio
espera al cartero. En días de tormenta,
de nieve o de vientos helados, el viejo se sienta tras la puerta
vidriada del Museo y cuando pasa alguna sombra apresurada, es el loro el que
recita «cartero, cartero», entonces él vuelve sobresaltado de su entresueño.
Pero hoy hay
un aire templado y un sol suave, y allí va con su loro y su eterna plegaria,
dejando una cadena de pasos en la arena.
De pronto, Pico-Pico salta y parece salirse de la
capucha, rompe el ritmo del ritual y grita «cartero, cartero».
Elpidio
levanta la vista. Un poco más allá, un hombre con una bolsa de cuero colgada
del hombro camina hacia él formando otra cadena de pisadas.
El hombre
dice:
── ¡Hay
carta, don Elpidio, hay carta!
Cuando las
dos cadenas se juntan, Elpidio sostiene el sobre contra el pecho sin abrirlo y
musita emocionado: « Nuestro primer abrazo después de tantos años, hijo.»
Sin embargo Pico-Pico
saltando al hombro de su dueño, insiste entre silbidos: «O también nosotros
pasaremos con esto».
Juana,
ResponderEliminarTe envie el link antes, pero no veo el comentario. Te escribí que hacer antes, así que quizá aparezca después, sino, solo sigue la estructura de mi entrada en mi blog para que preparares el tuyo.
La imagen para que la cuelges en tu blog, elige la que te guste y la salvas, copias y pegas en tu propia entrada.
Aqui el link:
https://karenmarcescorner.wordpress.com/2016/04/29/k-marces-corner-nominacion-al-infinity-dream-award/
Ya sabes, estás nominada al Infinity Dream Award.
Gracias,K.Marce! En cuanto lo intente te cuento cómo me fue. Un abrazo
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