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Otra vez. Dolor de cabeza, mareo y ganas de vomitar.
No necesito repasar qué comí anoche. Debo enfrentarme a lo que más temo. No puedo
dejarlo, ya me falta poco para el retiro y llegar al primer puesto del grupo me
ha costado toda la carrera. Años de ser un mediocre segunda fila y cuando
finalmente el director me convierte en el número uno a cargo de todo el
conjunto en su ausencia, el terror.
Creo que todo comenzó en el entierro de mi madre. Mis
compañeros haciendo por mí lo que mejor sabían, y yo sintiéndome cada vez peor.
No fue cosa de ellos, si lo pienso. Esta carrera era la ilusión de ella. Creí
que me gustaba aunque estaba claro que
no tenía el don; solo fuerza de voluntad, trabajo, disciplina.
Alguna vez me he declarado enfermo, pero si quiero
tener un retiro pasable, tengo que aguantar un poco más. Hice toda clase de
consultas. El último psiquiatra me recetó unas pastillas que me hacían temblar
las manos. Tuve que dejarlas. A veces mis amigos me han visto palidecer, casi
desmayarme, taparme los oídos. Respuesta: «problemas en el centro del equilibrio».
Hoy estará el director. Doble esfuerzo. Allá voy, a mi
martirio.
*
El gran Director da unos golpes suaves en el atril
con su batuta. Comienza el ensayo. De pronto, interrumpe y se dirige al primer violín:
—Maestro
Silvestrini, ¿se siente mal?
—Melafobia
incurable, maestro.
Melafobia: miedo a la música.
El colmo de los colmos. ¡Qué mala suerte tuvo el maestro Silvestrini!
ResponderEliminarSi es que no se puede ir en contra de nuestros deseos por dar gusto a los demás... el cuerpo se queja.
Un abrazo, Juana.
Lo que faltaba... Ahora sí, apaga y vámonos. Qué buen relato, además con una fobia mortal. Debe ser horrible no poder disfrutar de algo tan importante como la música. Un abrazo, Juana.
ResponderEliminarPor Dios santo, hasta la musica tien una fobia? Y vaya que aqui el protagonista sufre pues a diario esta fobia, esta pues como en una especie de castigo infernal.
ResponderEliminarHermoso relato
Es lo malo de querer darle gusto a los demás aún a pesar de una fobia. Muy buen relato, las fobias no tienen lógica. Saludos!!
ResponderEliminar¡Oh! ¡Qué pena de fobia! Estupendo micro, Juana. Felicidades.
ResponderEliminar¡Hola, Juana! Un micro que además de mostrarnos esta fobia a la música nos muestra esa lucha a la que tenemos que enfrentarnos en muchas ocasiones como es el conflicto entre lo que quiero y lo que debo hacer. Un trasfondo extrapolable para muchas situaciones. En mi caso la verdad es que le tengo fobia a casi toda la música de este siglo, ja, ja, ja... Un abrazo!
ResponderEliminar¡Madre mía! Qué fobia más terrible para un músico...
ResponderEliminarMuy bien llevada desde el punto de vista psicológico. Me ha gustado mucho. Un abrazo
Oh! Nunca me hubiera imaginado una situación así. Te ha quedado muy bien escrito, mantienes la intriga hasta el final.
ResponderEliminarUn abrazo
Magnífico relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya, Juana. Pues sí que tiene fuerza de voluntad nuestro protagonista para dedicarse a un trabajo donde siempre está presente su fobia.
ResponderEliminarMuy buen trabajo. Felicidades.
¡Hola!
ResponderEliminarAy no, pobre hombre, va tener que seguir luchando con valentía por el retiro. Me parece muy bonito tu micro, pues tu protagonista se sacrificó por complacer a su madre.
Saludo
Creo que llego el momento de plantarse y no volver a tocar.
ResponderEliminarBuen micro. Un saludo.
Nooo!!! Excelente cuento de terror!!! Tu protagonista debe ser un buen músico, porque aún con esa fobia llegó a ser ¡primer violín! No me puedo imaginar su sufrimiento... Un abrazo 🐾
ResponderEliminarHola, Juana. ¿Cómo se puede tener melafobia? es imperdonable. Yo creo que habría que buscarle otra ocupación dentro de la propia orquesta para que no perdiera la cotización de la jubilación y que no sufriera más. Tanto luchar para esto. Buen micro. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Juana. No afinó mucho la profesión este hombre y eso que tenía buen oído musical. Que le vamos a hacer, a rascar las cuerdas con tapones en las orejas para atenuar la tortura. 😂🖐
ResponderEliminarHola Juana, otro micro que nos cuenta de lo mucho que a los humanos les gusta sufrir, ja, ja, ¿Porque vivir de lo que te provoca tanto sufrimiento?
ResponderEliminarBien contada la historia y ese martirio del protagonista, enfrentando sus miedos a diario.
No imaginaba que hubiera fobia a la música, aunque dependiendo del tipo de música y del instrumento, bien podría resultar insoportable.
Por ejemplo a mi me encanta la musica, pero mi audición está por encima del nivel normal de percepción (oigo mas de lo esperado), por lo que me resultan incómodos de soportar los sonidos muy estridentes o ruidosos de algunos instrumentos, y algunos géneros musicales me enervan en lugar de agradarme, como la música electrónica y la heavy metal.
Grata semana para ti Juana.
Hola Juana. Ya es mala suerte tener fobia a la música cuando tu trabajo consiste precisamente en ser músico, es lo que pasa por hacer caso a los demás y no seguir tu propia vocación. Buen micro. Un abrazo.
ResponderEliminarCon esa declaración final Silvestrini acabo con su prometedora carrera, supongo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menuda cruz para el pobre desdichado. Con lo feliz que se las prometía. Buen relato, Juana.
ResponderEliminarUn abrazo.